135. El diario de James

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Subimos al auto y Gabe comenzó a conducir.

— De acuerdo, en la próxima ahora sí seguro lo encontramos— dijo Bran.

Pero no. Llegamos a una especie de almacén en donde Steve o cualquier otro todavía no llegaban.

— Nosotros seríamos mejor que ellos para este trabajo— dijo Boris—. Ya van dos lugares donde todavía no aparece nadie para cobrar.
— Qué bueno porque no tenemos el dinero— dijo un señor que estaba en el almacén.
— Si no lo da, ¿Qué pasará con usted?— pregunté.
— Me golpearán probablemente— dijo él muy tranquilo.
— No parece asustado— le dijo Bran.
— Ya ha pasado varias veces antes— dijo el hombre.
— Qué mal— dije—. Con razón nos dejó pasar, usted ya no le teme a nada.
— ¿Ustedes por qué buscan a esa persona?— dijo—, ¿Son de un grupo rival?
— No, del mismo— dije.
— Sí, en veces tu peor enemigo puede estar dentro de tu mismo bando— dijo Boris.
— Principalmente porque aquí nadie es amigo del otro— dije.
— Ustedes parecen llevarse bien— dijo el hombre.
— ¿Eso cree?— dijo Bran—. Acabamos de formar este equipo en la mañana.
— Parece increíble— dijo el señor.
— Sí, nos hemos coordinado muy bien— dije.

Apareció un sujeto. Nos observó.

— ¿Es uno de los que cobra?— le pregunté al señor.
— Así es— dijo.

Mich se acercó a él y rápidamente lo tiró al suelo. El pobre tipo no sabía qué pasaba.

— Busco a este hombre— le enseñé la foto—. Se llama Steve.
— ¡Yo no lo he visto!— dijo asustado.
— Debe andar por ahí— dijo Bran—. Ya aparecerá.
— Siempre aparecen— dijo Boris—. Regresemos al auto. Dejé a mi botella solita.

Me acerqué al hombre. Tomé dinero y le di.

— Para que pague— le dije—. Y para que no lo golpeen hoy.

Después salí. Subí al auto. Gabe volvió a tachar otro lugar de la lista. Luego comenzó a conducir.

— ¿Por qué nunca participaste en una de las peleas en la fábrica?— me preguntó Mich.
— Porque es un rey, él no pelea— dijo Bran.
— Soy más de ver las peleas y patrocinarlas— dije.
— Fácilmente pudiste ganarle a algunos— me dijo Mich.
— No a ti— dije.
— Pudiste tratar— dijo.

Le sonreí.

— Prefiero que sea Rocky el que lo intente— dije.
— ¿Por qué él no vino?— dijo Bran—. Esto le habría encantado.
— No quería alejarlo de Letty— dije.
— Eres muy amable— me dijo Bran—. Demasiado. Patrocinas las peleas y sé que es sólo un pretexto para regalar dinero. También ayudas a los demás si puedes.
— Es un angelito— dijo Boris después de darle un trago a su botella—. Eso es lo que los ángeles hacen.
— También alejamos a las personas de las adicciones— dije y me acerqué para quitarle la botella.
— ¿Cómo quieres que haga esto si no estoy ebrio?— se quejó.
— Llegamos— dijo Gabe.

Era una casa de paredes amarillas. Bajamos.

— Ánimo, ahora sí— dijo Bran feliz.

Entramos al lugar porque una señora nos dejó pasar. Habían muchas chicas semi desnudas por todas partes. Nos miraron extrañadas.

— Esto es como el paraíso— dijo Bran sorprendido.
— Buscamos a una persona— le dije a la mujer que nos dejó pasar, le enseñé la foto—. Se llama Steve.
— No se parece a ninguno de nuestros clientes— dijo ella.
— Es uno de los que pasa a cobrarles— le dije.
— Tampoco se parece a uno de ellos— dijo ella.
— Quizá a Steve no le gusta este lugar— dijo Gabe.
— Es un hombre de familia, puede ser— dije—. Entonces volvamos al auto.
— ¿No podemos quedarnos un ratito?— dijo Bran.
— ¿Un ratito?— dijo Boris—, pensé que durabas más.
— No me refería a eso— le dijo Bran molesto.
— No tenemos tiempo— dije—. Hay cosas por hacer. Adiós chicas.

Rupturas de PasilloWhere stories live. Discover now