67. El diario de Alex Harper (y el viaje con Will)

57 16 33
                                    

Mi hermano había empezado a enloquecer. Porque al parecer había heredado al igual que yo los genes de la tía abuela Lala que seguía en un psiquiátrico.
Sin embargo contra todo pronóstico, él fue el que perdió la cabeza de los dos primero. Probablemente a papá eso le parecería divertido, una vez casi aseguró que yo enloquecería antes que cualquier otro Harper.
El punto es que un día a la hora de la salida, Will apareció con su auto en la puerta de mi escuela. Me acerqué rápidamente mientras me preguntaba qué diablos pasaba. La puerta del asiento del copiloto estaba abierta así que entré y me senté. Arrojé mis cosas al asiento de atrás.

— ¿Ocurre algo?— le dije preocupado.
— No exactamente— dijo—. Pero necesito que me ayudes.
— ¿Zac está bien? ¿Por qué no vino contigo?
— Porque esta es una misión encubierta— dijo—. Zac piensa que estoy en el trabajo. No debe saber que vine.
— ¿Aún no te casas y ya le estás ocultando cosas a Zac?
— No quiero esconderle nada pero esto es importante. Él no me dejaría hacerlo pero debía venir. Por eso te necesito. Quiero hablar con el señor Benette.
— ¿Qué?— dije sorprendido—, ¿Enloqueciste? ¡Él te detesta!
— Pero debo preguntarle algo.
— Él no va a querer verte y aunque por alguna razón eso pasara, tu esposa va a enojarse contigo.
— No le diré que vine. Jamás lo sabrá.
— Al menos espera a casarte con él para comenzar a tener secretos— dije—. Y me niego a ayudarte, sería como traicionarlo. Él me alimenta, no puedo hacerle eso.
— No entiendes, es por su propio bien— dijo él.
— ¿Entonces por qué Zac no puede saberlo?
— Porque por primera vez quiero hacer algo por él. Simplemente quiero asegurarme de que todo se encuentra bien. Creo que hay cosas que no sé de él y su padre sí. Por eso quiero preguntarle.
— Por supuesto, porque obviamente el señor Benette va a tomar el té contigo mientras te cuenta anécdotas divertidas de la infancia de su preciado hijito.
— No espero eso, no soy estúpido... aunque sería bueno.
— Will, eso no va a pasar y créeme, tu visita sólo empeorará las cosas. Pensé que todo se encontraba bien con Zac. Últimamente te mira como si te abrazara con los ojos, ¿Por qué quieres arruinar eso?
— Porque sospecho que hay cosas que no sé y necesito saber si debo preocuparme o no. Zac dice que no pero...
— ¿No confías en él?
— Lo hago. Simplemente quiero asegurarme. Es todo.
— ¿Y si mejor tratas de solucionar tus otros problemas con Zac?
— ¿Cuáles otros problemas?
— En primer lugar, él está muy lastimadito todavía— dije—. Deberías aprovechar cada espacio disponible que tengas para estar con él, no conspirando a sus espaldas. En segundo lugar, no has tenido sexo con él. Eso sí debería preocuparte.
— Zac y yo ya hablamos de eso.
— ¿Y?
— Él... todavía no se siente listo pero quedamos que intentaríamos estar juntos para que se acostumbre más a mí y esto no sea tan abrumador...
— ¿Y cómo te va con eso?
— Lo hemos intentado. Nos hemos besado mucho últimamente— dijo.
— Y debe ser una pesadilla para ti, ¿No?
— ¡Es terrible!— se quejó alterado—, es decir, es tan genial que no quiero parar y te juro que cada vez es más y más difícil soportar mis ganas de tocarlo...
— ¿Por qué? ¿Él te aleja?
— ¡No, ese es el problema, no lo hace! ¡Se queda quieto mientras luce completamente adorable y no dice nada, sólo me mira como si se sintiera bien!
— Quizá sí se siente bien— dije.
— Tal vez una parte de él pero otra también tiene miedo y no voy a hacerle nada que lo asuste.
— Eso explica porque has enloquecido. La abstinencia de sexo puede hacerle cosas terribles a las personas... y a ti te volvió loco.
— No todavía.
— Will, estás aquí en medio de una misión suicida, es obvio que no puedes estar totalmente cuerdo.
— Lo estoy. Creo que más que nunca. ¿Vas a ayudarme o no?

Al parecer no tenía más alternativa. Suspiré resignado.

— Bien— dije—. Pero te harás cargo de las consecuencias.
— Estoy consciente de eso.

Así fue como los hermanos Harper se embarcaron en una aventura de la que seguramente se arrepentirían. Al menos yo sí. Me arrepentí desde el momento en el que entré al auto.

Rupturas de PasilloWhere stories live. Discover now