89. El diario de Zac

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Yo creía que sólo en mi anterior escuela la gente amaba esparcir rumores. No me preocupaba porque así eran los adolescentes, estúpidos y entrometidos, felices por hablar mal de otros y burlarse de su miseria. Sonaba terrible pero confiaba en que crecerían y dejarían de ser así. Madurarían como todos. Sin embargo yo no contaba con que a los adultos también les gustaba rumorar cosas. Porque cuando regresé al hospital al día siguiente de mi aventura con ese bebé, dispuesto a darle a Will el almuerzo que olvidó, las personas me miraban y eso me pareció muy extraño. Tuve una regresión a cuando era presidente del consejo estudiantil y me miraban porque algún terrible rumor rondaba por ahí y me juzgaban con sus miradas.

Traté de que no me importara porque al principio pensé que no me miraban a mí, quizá era otra cosa. Imaginé que aunque frecuentaba ese lugar de vez en cuando, nadie debía conocerme. Hasta que cuando esperaba a alguien en recepción que pudiera decirme dónde estaba Will, escuché que dos enfermeras hablaban y era sobre mí.

— ... así es— dijo una—. Se trata de ese chico lindo que en veces aparece por aquí y busca a la doctora Hermes y evidentemente también al doctor Harper.
— Ahora sabemos por qué— le dijo la otra.
— Nadie hubiera podido imaginarlo, ninguno de los dos parece ser así. Es una lástima.
— ¿Qué es una lástima?— pregunté.

Ellas se giraron. Llegué de sorpresa por detrás así que no me vieron ahí mientras hablaban. Las dos me observaron como si fuera un fantasma.

— Eh... no, nada— dijo una muy nerviosa.
— ¿Te podemos ayudar con algo?— me preguntó la otra.
— Ahora que lo pregunta, sí— dije—. Pero ustedes ya saben por qué estoy aquí así que serían muy amables si pudieran decirme si han visto al doctor Harper.
— Em... él... realmente no— dijo la que me preguntó si podía ayudarme.
— Entonces lo buscaré yo mismo— dije—. Quiero decirle que al parecer algo con respecto a su vida es una lástima para algunas personas.

Me fui. Me controlé bastante bien como para estar muy enojado. No lo podía creer. Sufrí por culpa de los malditos rumores siendo adolescente y al parecer también sería así de adulto. ¿Acaso las personas no tenían nada mejor que hacer que hablar de otros? ¿No podían meterse en sus propios asuntos?
Porque realmente no quería esconderle a nadie mi relación con Will pero tampoco era algo que me interesara compartir con los demás, principalmente porque eran personas cuya opinión no me importaba. O eso creía porque de verdad lograron molestarme. No quería darles tanto poder pero no podía creerlo. ¿Qué eran, niños pequeños? Quizá sí. Mamá decía que ser adulto era como ser niño pero con muchas responsabilidades que hacían miserable tu vida.
Suspiré. No tenía caso enojarme por algo así. Además era mi culpa, yo fui el que le dijo a ese doctor que Will era mi prometido. Él debió esparcir el rumor. Lo bueno era que ahora ya sabían quién le había puesto ese anillo en el dedo al doctor Harper. Porque nadie le preguntó, simplemente asumieron que se casaría y se dedicaron a hablar de eso. A nadie le interesó verificar si los rumores eran verdaderos. Como no era una mentira cuando todos decían que el doctor Harper se casaría, a él no le importó y siguió con su vida. También yo, me ayudaba ese rumor porque hacía que se alejaran de él.

Sin embargo en ese momento casi podía apostar que se alejaban por otras razones. Eso me irritaba mucho. No quería que Will tuviera problemas por mi culpa. Realmente jamás imaginé que nuestra relación pudiera afectar su trabajo. Lou tenía razón, no pensamos en nada, simplemente descubrimos que estábamos enamorados y nos perdimos en eso. De verdad éramos torpes.
Decidí buscar a Will. Fui al ascensor. Imaginé que si me encontraba con la doctora Hermes ella podría decirme dónde estaba Will. Ya ahí me encontré con varias personas pero no parecían ser doctores o enfermeras. Se detuvo el ascensor en un piso y subió más gente. Entre ellos Madie. Me observó sorprendida. Se movió entre la gente y llegó hasta mí.

Rupturas de PasilloWhere stories live. Discover now