El cazador cazado

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#Hannigram

[Un día en la vida del Dr. Lecter]

Hannibal mira el reloj de su muñeca. Las 19.30.
Sonríe.
Se levanta de su escritorio y se dirige hacia la puerta. Por el camino, se pasa la mano por la camisa, alisándola. Le gusta estar perfecto para su siguiente paciente.

Will Graham. El perfilador del FBI que es más que un paciente en el corazón de Hannibal. Cada semana espera con ansías sus sesiones, pues es la única manera que tiene - por ahora - de estar a solas con el hombre más interesante que ha conocido nunca.

Apoya la mano en el pomo de la puerta y, con una sonrisa que corta el aliento, la abre.

- ¿Will?

Mira a ambos lados de su sala de espera. No es que sea grande, pero aún así Hannibal la recorre en su totalidad, como si Will pudiera haberse escondido en tan minúsculo espacio.

Su rostro ha cambiado, ya no sonríe. Will siempre es puntual, sabe del odio de Hannibal hacia la grosería, y no acudir a la hora es de mala educación.

<<¿Habrá olvidado qué día es?>>

Cierra la puerta, la preocupación en su ceño fruncido, como un libro abierto. Hannibal siempre intenta esconder sus sentimientos, más ahora cualquier persona que estuviese con él, los vería. Los podría tocar incluso, tan claros son.

Regresa a su escritorio y abre su agenda.

Will Graham, 19.30.

La cita es correcta, el día también. Por un fugaz segundo hasta ha pensado que se ha equivocado. Toma en su mano el teléfono, ninguna llamada perdida. Ningún mensaje en el contestador automático.

Nada.

<<¿Dónde está Will? >>

Pensativo y muy consciente de su situación, Hannibal se frota las manos. Ya está aquí otra vez, la soledad. Respira, concentrándose en lo que siente, enfrentándose a ello.

<<¿Le habrá pasado algo?>>

Hannibal se levanta de la silla y camina hacia la figura del ciervo negro que, en una peana, se alza, imponente. Esta figura siempre le recuerda a Will.

Toc, Toc, Toc. La puerta emite el sonido de unos nudillos, al otro lado, llamando.

Rápido, abre la puerta de golpe.

- Siento la tardanza, Dr. Lecter.

Un calor familiar se instala en el corazón de Hannibal. Sonríe abiertamente, mostrando sus incisivos.

- Adelante, Will. Pase.

El perfilador entra y se sienta directamente en el sillón reservado para él, tal es la confianza. Las primeras veces deambulaba por la sala, nervioso, y no permitía ninguna cercanía con Hannibal. Eso ha cambiado. Los sillones de ambos hombres están cada vez más cerca y Hannibal, bueno, Hannibal sabe que desea mucho más.

- ¿Ha pasado algo? - le pregunta.

Will le observa, pocas cosas escapan a su empatía.

- ¿Estás bien, Hannibal?

- Me tutea.

- Perdone.

- Me gusta, Will, no dejes de hacerlo - le anima -. ¿En qué te basas para preguntar eso?

- Tu cara... ya sabes, mi empatía.... - Will se inclina hacia adelante - creo que estabas triste.

Hannibal también se inclina, acercándose a Will.

- Estaba preocupado.

- ¿Por mí? - Will hace la pregunta sin pensar.

- Sí.

Los ojos de Will quieren saber más, seguir más allá de la barrera que Hannibal tiene a su alrededor. Hannibal cede parte de ella. Quiere que Will comprenda, que sepa.

- Alana me entretuvo.

- ¿La Dra. Bloom?

- ¿Recuerdas el beso?

Por desgracia Hannibal recordaba ese hecho con mucha claridad. Cuando Will fue a su casa en plena noche se alegró sobremanera, cuando le contó por qué lo había hecho esa felicidad se esfumó. Besar a Will es un privilegio que él no ha tenido.

- Ahora Alana ha cambiado de opinión. Dice que ya no me ve tan inestable. Quiere....

- No, Will. No.

Will levanta una ceja, curioso.

- ¿No?

- Alana no es más que una sombra donde tú eres luz. Te infravaloras. La luz debe estar con la luz para seguir brillando, para brillar más fuerte. De los contrario, se apaga - Hannibal, barrera cada vez más abierta, aprovecha la ocasión que se le presenta -. Yo puedo brillar a tu lado, Will, si me lo permites.

Y si no lo hace, también, piensa Hannibal. Solo que llevará algo más de tiempo.

- Hannibal... - se recuesta sobre el asiento - deberías habérmelo dicho antes. Le he dicho que sí.

Hannibal golpea con los dedos el reposa brazos de su sillón. Mira a Will, no deja de mirarlo.

- Deshazlo - se levanta del sillón y se pone de pie frente a Will -. Deshazlo, Will.

Agarra los hombros de Will y lo levanta, frente a él, cara a cara. Ojos azules que se centran en los suyos, que no están perdidos, que saben perfectamente lo que quieren.

Y, con la sabiduría que solo te da la certeza de saberte deseado, Hannibal besa a Will mientras sus manos aprisionan su cuerpo. No es un beso dulce, no es lento. El beso de Hannibal encierra cada minuto anhelando a Will, y han sido demasiados.

- Deshazlo.

Will respira entrecortado. La frente de Hannibal apoyada en la suya, sus manos desabrochando su camisa, sedientas.

- Voy a convencerte, Will. Cuando acabe... su nombre no será más que un sueño.

Will sonríe, satisfecho. El retraso ha salido perfecto. La mentira, todavía más. Alana sigue creyendo que es un hombre inestable, pero a Will hace tiempo que le da igual. Lo que sí le importa demasiado es Hannibal, cada día que pasa más en su mente, más en su corazón.

Ha querido acelerar el proceso. Al fin y al cabo, habría pasado de todos modos. Un poco de ayuda no hace daño a nadie.

Hannigram - Cortos -Where stories live. Discover now