Estamos hechos para arder

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#Hannigram #WillGraham #Hannibal #relatocorto

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#Hannigram #WillGraham #Hannibal #relatocorto

🔥 Estamos hechos para arder 🔥

No habían cuerdas. La atadura era invisible y su nombre era voluntad. Quién se lo diría, a él, que en tantas ocasiones había sometido a sus presas solo porque podía hacerlo. Porque, como Dios, hacía y deshacía a su antojo, la moralidad pendiente de un hilo cuyo extremo sujetaban sus dedos.

De rodillas ahora, manos a su espalda en esa atadura invisible que sus labios llaman deseo y que su corazón sabe es mucho más. ¿Acaso no podía Dios sucumbir de vez en cuando?

- Me excita tu obediencia - le dice el joven en cuyas rodillas apoya su cabeza.

- Lo sé - Hannibal mira hacia arriba - complacerte es complacerme a mí, mylimasis.

Porque Hannibal no sabía si para Will eso no era más que un ferviente deseo por poseerlo o, como le pasaba a él, el deseo era una reacción a.
Porque Hannibal intentaba acallar su corazón haciendo caso al instinto. Hacerlo así siempre es más fácil.
¿Acaso no podía Dios, amar a su manera?

- Podría usar este cuchillo y no te opondrías.

- No lo haría - con qué facilidad lo dice. Haría cualquier cosa por ti, Will.

El joven pasa la punta por la mejilla de Hannibal, marcandole, un hilo rojo superficial que durante unos días le recordará quién es su dueño. Recoge la sangre con su dedo índice y la saborea.

- Lo haces todo tan simple, Hannibal.

El cazador que ahora es presa asiente. Le escuece la mejilla y en ese ligero malestar se ata al mundo de Will porque en parte también es suyo.

- Estamos hechos para arder. Para sostenernos, Will. Y ahora tú tienes el control.

Will aprieta el mango del cuchillo porque también él nació para ser quién acecha, y con Hannibal lo había descubierto. Dos cazadores juntos que aprenden el uno del otro cada día y, en ese aprendizaje, se vuelven más semejantes a ese Dios en el que ninguno de los dos cree pero siempre tienen presente.

- No te muevas, Hannibal. Veamos hasta qué punto eres capaz de soportar todo lo que anhelo darte.

El cuchillo por dentro de su chaleco, rasgandolo. En el control que le ha dado a Will está ese que tiene que ver con lo material y el apego que Hannibal puede darle a tales cosas. Arrodillado, sumiso, su carísima ropa hecha jirones y su polla hinchada dentro de los pantalones porque a veces Dios podía encontrar placer en la esclavitud misma.

- Will - jadea.

- Lo sé. Tendrás lo que quieres, si eres bueno.

Hannibal cierra los ojos y Will levanta su cara obligándolo a mirarle. Todavía recuerda cuando era incapaz de hacerlo, el tiempo al fin había puesto las cosas en el lugar que le correspondían.

- Vas a follarme con esa preciosa boca tuya. Hasta el fondo, Hannibal. Si lo haces bien veré qué puedo hacer por ti.

Hannibal no necesita responder, no quiere hacerlo. Los dos saben. Sienten. Y poco hay más poderoso en el mundo que encontrarse a uno mismo en el otro y, en ese encuentro, desfallecer, desarmarse, destrozarse y volver a ser uno bajo las mismas manos que te podrían romper si así lo decidiesen.

Hannigram - Cortos -Where stories live. Discover now