El legado de Mischa

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Recuerda perfectamente cuál fue el momento que empezó a existir, que fue consciente de su existencia. Mischa. Antes de ella era una crisálida, formándose. Recuerda cómo su pequeño mundo se desmoronó cuando lo que debió vivir eran risas y juegos compartidos. Su infancia se esfumó y ese amor que debió sentir no llegó a producirse.

Mischa.

Nunca olvidará, tras tanto tiempo, el rostro de aquellos que le arrebataron su futuro, obligándole a crear uno nuevo que a día de hoy se pregunta si es el que habría elegido. Nada de lo que dijeron les exculpaba, aunque entendía por qué lo habían hecho. Mischa, con su pequeña mano sosteniendo la suya, asustada. La selección natural nos empuja a atacar al débil, a rechazarlo. Y la habían elegido a ella.

Mischa, que aprendía su propio nombre mientras me miraba escribirlo en la arena.

Cuando años después llegaron a su mente los recuerdos de lo que pasó, ya no era ese niño asustado. Era lo que ellos - y Mischa - le habían convertido. La supervivencia despierta una temible bestia instintiva, regalo de nuestros ancestros los animales. El hambre hizo el resto.

Mischa, con su dulce e inocente sonrisa que robaba corazones.

Aprendió que no se echa de menos aquello que no se llega a conocer, y él no tuvo ocasión de conocer la empatía, haciéndole libre para robarles lo que tiempo atrás le fue quitado: primero la dignidad, después la vida. Sobrevivieron a Mischa y escribieron su destino bajo los dedos de un niño llamado Hannibal. Hannibal se encargó de ellos aprendiendo por el camino que un hombre desmembrado deja de tener secretos, y que esos secretos se pueden comer en una pequeña hoguera a la luz de la Luna.

Dulce Mischa, que jugaba con pompas de jabón mientras se bañaba.

¿Tuvo otra vida? Le arrebataron lo poco que conocía y en su lugar dejaron un disfraz de Humano que llevaba con orgullo. Gracias a él vivía en sociedad sin ser visto. Pronto descubrió que el poder es conocimiento y absorbió todo sobre fisionomía, biología, filosofía y medicina. El pequeño lituano escaló a lo más alto y por el camino creó maravillosos platos de cocina, su otra gran pasión, con quienes le estorbaban. La cocina era el culmen de su obra y el asesinato la forma de llevarla a cabo. El canibalismo no era más que su manera de honrar a Mischa.

Mischa, que sujetó su mano hasta el último momento, y gritó su nombre hasta perder la consciencia.

Hannibal pudo haber sido muchas cosas o tal vez nada en absoluto. En alguna ocasión se preguntó si aquellos actos monstruosos le marcaron o si tan sólo fueron el empujón ante la fuerza que en él ya existía. Tantos años viviendo a la luz del día habían borrado cualquier culpa que pudiese haber sentido. Tantos sacrificios. Si cierra los ojos ve a su hermana todavía sonriendo, con las pompas de jabón, y su cara de terror cuando la arrancaron de su lado. El resto se convirtió en una historia que se cuenta para afirmar que todos ellos no eran más culpables que él mismo.

Mischa, ni siquiera recuerdo tu sabor. Fuiste un sacrificio a mi renacimiento sin tener yo decisión alguna.

Todo esto es por ti. Para mí.
Este es tu legado."

Texto: basado en la infancia de Hannibal. Fuentes: libro El Orígen del Mal.

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