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#Hannigram #Hannibal #WillGraham
"Tocarte es tocar un pedazo de cielo, vivir entre tus piernas es hacerlo en el infierno"
🔥 No es sólo deseo 🔥
En la juventud de Will y en el fuego que arde bajo su piel Hannibal se consume cuantas veces sean necesarias para calmarlo. Apagarlo es impensable, dominarlo también. La única opción es unirse a él. Y Hannibal, viciado al cuerpo de Will como está, no necesita más que la mirada azul del perfilador para volar tan alto como él.
- Bésame.
Cómo no hacerlo. El tiempo entre los dos había dejado de doler, la distancia que les separaba había desaparecido. Hannibal recuerda vívidamente el día que Will le escogió. No hay momento que no sonría al hacerlo, la espera se le hizo más larga de lo que esperaba. Atrás quedaron los años de encierro, en el olvido esa pobre sustituta que Will buscó para evitar - en vano - pensar en él.
- Más. Dámelo todo.
Y Hannibal, obediente, le da todo de sí. Manos, lengua y polla dolorida. Nada importa con tal de saciar al joven Graham. Nada le había preparado para la emoción que le golpeaba cuando Will se retorcía debajo de él, todo gemidos y palabras que se acumulaban en su ego. No pares, más rápido, joder, me encanta. Me encantas, Hannibal.
- Te deseo.
- No más que yo a ti.
Porque el día que Will demostró lo que sentía, el mundo de Hannibal se volvió algo menos caótico de lo que era. Ahora tenía tintes de un color que todavía no sabría especificar, y sus días estaban llenos del olor de Will, que lo impregnaba todo. Will en su cama, estirándose como un gato al despertar. Will en su cocina y él vigilando que no tocase nada que se le pudiese clavar en un pie. Will en su ducha y él sin poderse contener y entrando, convirtiendo la ducha en algo más ameno de lo que era en realidad.
- Mierda, Hannibal. Fuerte.
Y Hannibal, que había momentos que deseaba tener unos pocos años menos, lo olvidaba mientras Will se agarraba a lo que tuviese a su alcance disfrutando del sexo como nunca antes había hecho. Porque si Hannibal descubría en la palidez de Will que la edad era sólo un número, Will se maravillaba con cada rincón del cuerpo del psiquiatra regresando una y otra vez a él, reclamando, suplicando, deseando cada ínfimo detalle. Lo adoraba.
- Voy a llegar...
Tampoco importa. Dos minutos después Will pedirá que le folle de otra forma, en otra postura, con otra parte de su cuerpo. Detenerse es una opción que Hannibal no se plantea. Había sido tanta la espera que cualquier cosa que tuviese a su alcance para complacer a Will, la usaría. Sus noches le pertenecían, sus días estaban llenos de sus pensamientos.
- Eres increíble.
- Solo porque soñé demasiado con esto, querido.
- Estaría todo el día follando contigo.
Hannibal sonríe porque sabe que es verdad. A sus casi cincuenta años estaba atado al deseo que Will despertaba en él y que, a ciencia cierta, sabía que Will también sentía por él. Porque en este vaivén de cuerpos entrelazados Will sucumbía cuantas veces fuesen necesarias y Hannibal fotografiaba cada minúsculo detalle: una pequeña parte de él esperaba que Will se fuese, arrepentido por la elección.
- Acabarás conmigo, mylimasis.
- No - Will saca su lengua y se relame - tú acabarás conmigo. Esto no es sólo deseo, Hannibal. Es...
Hannibal sonríe, también lo sabe.
- Es muchas cosas. Definirlo lo hace pequeño, menos de lo que en realidad es. Túmbate. Necesito sentirte.
En el movimiento de Hannibal y el agarre de Will en su cadera alentándolo a moverse todavía más rápido, eso que no definen porque se haría pequeño los envuelve a los dos. Y Hannibal, que sabe que no es únicamente deseo, olvida que una vez sintió el peso de la soledad en sus hombros. Que echó tanto de menos a Will que dolía y que lo único que lo mantuvo cuerdo en esas paredes fueron sus recuerdos.
