Siete palabras

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🔥 Siete palabras 🔥

Que Will hubiese aceptado ir a cenar con él era algo inusual en la vida de Hannibal. Llevaba tanto tiempo tras el perfilador que dudaba ya de su propia seducción, pues Will no daba ninguna señal de entender lo que Hannibal esperaba de él.

Sus bocetos con Will, o de Will.
Sus composiciones musicales con el clavicordio.
Sus cientos de palabras sólo para Will, bien a través de un papel, bien de sus labios.
Sus pequeños e innumerables contactos físicos.

Will era inmune, ciego. Llegó el momento que, cansado, había empujado al perfilador al máximo de su capacidad dentro de la enfermedad que padecía. Aún así, nada había resultado.

Quizá por eso cuando Will cruza la puerta de su casa algo más arreglado que de costumbre, Hannibal sonríe. Tal vez por eso cuando Will le devuelve la sonrisa el corazón de Hannibal se paraliza solo un poco. Está enamorado de él, lo sabe desde hace mucho. Lo acepta.

-Acómpañame.

Quiere que Will no pierda detalle de su presencia. Quiere que Will se llene de él, su mirada empática centrada única y exclusivamente en lo que hace.

- Claro - dice Will -. Te sigo.

Hannibal camina hacia su templo particular, su cocina. Un lugar donde sabe cada movimiento controlado, medido, y puede mostrar todo su potencial. Con el brazo derecho invita a Will a sentarse en un taburete, al lado de la isla de la cocina, desde donde no se perderá detalle.

- ¿Es esto para mí?

- ¿Para quién sino? No recibo muchas visitas, Will. Por favor, sírvete.

Una pequeña bandeja con dos Copas, la mejor botella de vino que Hannibal tiene y varios aperitivos hacen que a Will le suenen las tripas.

- Lo siento, tengo hambre. Con el trabajo apenas he comido nada.

- En breve lo solucionaré. Mientras, come, no desearía que te desmayases en mi cocina.

Will ríe y Hannibal sabe que quiere escuchar esa sonrisa cada día.

- Ten - le alcanza la copa a Hannibal -. Al menos brinda conmigo.

- Por nosotros - dice Hannibal -. Por esta noche. Por el ahora. Hay que saborear el presente, Will, nunca se sabe lo que puede pasar.

Will asiente y un ligero rubor cubre sus mejillas. Sabe por qué está ahí y sabe que Hannibal lo intuye. Le tiembla un poco la mano que sujeta la bebida.
Los dos hombres se miran sin saber muy bien qué decir. Hannibal desearía abrir esa cabeza para saber lo que piensa, y Will cree que de hablar seguramente diga algo que le averguence.

- Me estaba preguntando qué estás haciendo aquí - dice Hannibal.

- Siete palabras - Will sigue hablando tras ver la cara de confusión de Hannibal -. Hace tiempo leí que existían siete palabras que hacían que una persona se enamorara de ti.

- ¿Ha funcionado?

- Nunca dijeron cuáles eran esas siete palabras.

Los ojos azules de Will brillan por encima de la Copa de vino de la que bebe, y Hannibal solo piensa en quitársela de los labios y ocupar él ese lugar.

- ¿Por qué has aceptado venir aquí hoy, Will?

- Otra vez siete. Estaba cansado de que me creyeses idiota. No quería que tu interés se malgastara, como si no me importara en absoluto. No estoy ciego, Hannibal.

- Ven aquí.

Will apoya su copa en la isla y se acerca a Hannibal con una sonrisa temblorosa en sus labios. Jamás han estado tan cerca. Hannibal todavía sujeta la suya, y sigue sujetándola cuando atrae a Will hacia él y lo rodea con sus brazos.

- Tócame. No voy a hacerte daño.

La mano de Will asciende hasta la cintura de Hannibal y el delantal que lleva puesto, blanco, impecable. No puede evitar excitarse por el calor que desprende Hannibal sobre su cuerpo. Es demasiado.

- Querido Will. Me has costado decenas de dibujos. Unas diez obras maestras musicales. Y miles y miles de palabras. ¿Eres consciente?

- Sí, doctor.

- Me debes una compensación.

Hannibal le besa y al hacerlo confirma lo que ya sabía: no quiere besar otros labios que no sean los suyos. Jadea en los labios de Will cuando éste introduce su lengua y ambos comparten el sabor del vino. Poesía en los oídos de Hannibal, lenguas chocando y labios llenándose el uno del otro.

- Necesito...

Will echa la cabeza hacia atrás, dejando al descubierto su nuez de Adán, que Hannibal besa.

- Dime y será tuyo, Will.

- Quiero compensarte - acaricia la nuca de Hannibal, notando todavía sus labios en su cuello -. Llévame a tu habitación.

Hannibal se aparta y vuelve a besarlo mientras se desabrocha el delantal, que cae al suelo. Ni siquiera se da cuenta de que lo pisa cuando acompaña a Will fuera de la cocina, sus manos cogidas, y un sudor compartido entre ellos por los nervios. De vez en cuando se gira para cerciorarse de que Will está ahí, de que no es producto de su Palacio Mental, de que está apunto de pasar lo que Hannibal ha imaginado tantas veces que al final hasta dolía.

- Quiero que me hagas el amor. Quiero que me folles. Quiero que me toques, que me sujetes fuerte, que me hagas recordar lo mal que te lo he hecho pasar todo este tiempo. Por supuesto que era consciente, Hannibal. Siempre lo supe.

- Chico listo.

Hannibal cierra la puerta aún sabiendo que nadie les molestará. Un pequeño gesto posesivo, su burbuja con Will de la que no quiere salir. Sonríe cuando Will se deja caer en su cama, y estira una mano invitándole a unirse.

- Vamos, Hannibal. Destrózame.

Hannigram - Cortos -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora