Sálvate tú, mátalos a todos

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#Hannigram

Cuando Will cruza la puerta donde Hannibal lleva encerrado más de dos años, ni siquiera piensa en el anillo de matrimonio que adorna su mano. Está tan nervioso, tan anhelante de volver a verle que todo lo demás es humo.

Hannibal no levanta la mirada del libro que está leyendo.

- Hola, Will - aspira -. Misma loción barata de afeitar, sigue oliendo como un barco metido en una botella - sonríe.

No quiere levantar la vista de la página, aunque ni siquiera está leyendo. ¿Habrá cambiado su adorado Will? Si fija sus ojos en él no habrá vuelta atrás. ¿Y si Will decide marcharse de nuevo?

- Hola, Hannibal - se coloca frente al cristal que les separa -. ¿Algo interesante? - le pregunta, refiriéndose al libro.

- Física. Fórmulas para retroceder en el tiempo - ahora le mira -. Al momento exacto donde la taza se rompió.

Will está maravilloso. Apenas ha cambiado. Sus ojos azules siguen siendo lo más bonito que Hannibal ha visto nunca. Sus rizos, todavía indomables. Su cuerpo... Hannibal sólo lo ha recorrido en sus sueños.

- No eres mago, Hannibal - Will suspira, recordando esa noche.

- No necesito la magia. Sólo...fe.

- ¿Fe? ¿Te has vuelto creyente, aquí dentro? - Will da un bufido.

- Llámalo esperanza si lo prefieres. Es un sentimiento válido.

- Tú no tienes sentimientos - Will, implacable, lleno de ira ahora que esa noche no se va de su mente.

- Siempre los he tenido por ti. Siempre has sido mi debilidad, mi talón de Aquiles.

- Y yo que pensaba que era Patroclo - Will sonríe, y a Hannibal se le hace un nudo en el estómago.

- Ambas cosas son lo mismo. Patroclo era la debilidad de Aquiles y, Aquiles, la de Patroclo. ¿Soy tu debilidad, Will? - Hannibal se levanta.

Dos años dentro de un mismo espacio, sin poder moverse demasiado, remarcan una tripa en Hannibal que antes no abultaba tanto. Will la adora.

- Tú y yo estamos unidos, sea lo que sea que signifique eso. Mi debilidad... y mi fortaleza. Sí.

- Te he echado de menos - Hannibal apoya una mano en el cristal -. ¿Qué sientes al volver a las viejas costumbres?

Will echaba de menos sus conversaciones con Hannibal. Pocas personas eran capaces de seguirle el ritmo.

- Necesito tu ayuda, Hannibal.

- ¿Por eso has vuelto? Pensé...

- Sé qué pensaste - apoya la mano en el cristal, la que lleva puesto el anillo de casado.

Y Hannibal ya no le escucha. Observa la mano de Will y piensa en diferentes maneras de arrancarle ese dedo. Con un cuchillo, de un bocado, rompiendolo primero. Podría disecarlo y colgarselo al cuello, como un amuleto. Podría hacer que Will se comiese su propio dedo con el anillo puesto. O podría hacer algo mejor.

- Te ayudaré - responde, sin saber a lo que está accediendo.

- ¿En serio? Necesito que te pongas en contacto con el Dragón Rojo.

Ese maldito asesino en serie, un chapuzas a su lado. Hannibal lee los periódicos y sonríe siempre que lo hace. Es puro caos.

- Un anuncio en los periódicos estaría bien. Un contacto directo - sigue diciendo Will.

- Quiero algo a cambio.

Will le mira y teme lo que va a pedir. No porque tenga miedo de Hannibal, sino porque de ser lo que cree tiene miedo de sí mismo, de caer. Al no recibir respuesta, Hannibal continúa.

- Cinco minutos fuera, contigo. O cinco minutos dentro, contigo de todas formas. Tú eliges, Will.

- Hecho - lo está deseando aún con ese brillante anillo dorado en su mano.

Hannibal sonríe mostrando sus incisivos.

- Mañana estará en los periódicos más importantes. Cumple tu palabra, agente Graham.

- Puedes confiar en mí.

- Confianza... ¿no estaba la taza rota?

Will se acerca todavía más, si frente apoyada en el cristal maldiciendo la distancia entre ellos.

-Ayúdame a recoger los pedazos, Hannibal.

- Lo que desees, querido Will. Lo que desees.

Varios días después el Dragón Rojo contacta con Hannibal. Le pasan la llamada de teléfono haciéndose pasar por el abogado del psiquiatra. Es tan fácil engañar a los de Seguridad en el Hospital que Hannibal se pregunta cuándo decidirá irse, ahora que Will está aquí de nuevo.

- Sálvate tú, mátalos a todos. A todos... menos a Will Graham. Él es mío.

Una voz grave al otro lado le dice que así lo hará. Hannibal cuelga el teléfono. Quien sea la mujer de Will dejará de serlo. Le encantaría ver cómo la luz se apaga de sus ojos, cómo el Dragón la trasforma.

Se contentará con esperar. Will está aquí, ha regresado. Y le ha pedido volver a reconstruir una taza que él rompió hace años, cuyos trozos continúan en un limbo esperando ser unidos.

Cómo echaba de menos ese asqueroso aftershave. Las groserías de Will, sus ojos chispeantes e irónicos.

Quizá debería haberle pedido al Dragón el dedo que lleve el anillo de la esposa de Will. Le prepararía al perfilador un suculento plato con él.

Hannigram - Cortos -Where stories live. Discover now