Alegoría de La Primavera

714 75 4
                                    

Como un animal

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Como un animal. Menos, en realidad, que un animal. Hannibal había confeccionado su corazón para Will, mostrándoselo al mundo, y él le había traicionado. Otra vez. De nuevo, lo acontecido aquella noche en su mente. Las lágrimas, la sangre, el dolor por saberse solo. ¿Por qué tuvo que enamorarse?

Desnudo, arrodillado en una jaula, atado de pies, manos y cuello. Un animal tiene más libertad que él. Y Will, su adorado Will, mirándole con las manos apoyadas en los barrotes. No sonríe, no dice nada. Sus ojos azules ni siquiera están ahí, intentando quizá entender por qué había hecho lo que había hecho.

Florencia. Y el corazón de Hannibal en la capilla. Te amo, Will. Te añoro, regresa a mí, ya no quiero estar sin ti. No puedo. No debí marcharme, no debí marcarte como lo hice. O sí, te lo merecías, Will. Te estábamos esperando y tuviste miedo. Te perdoné, te vuelvo a perdonar ahora. No me mires así, como si no lo comprendieses. Nadie más que tú podría entenderlo.

Las manos de Will aprietan los barrotes mientras mira de arriba a abajo a Hannibal. Una llamada de Verger fue suficiente. ¿Por qué?, pensaba Hannibal. ¿Tanto has cambiado? ¿O es que el que ha cambiado he sido yo? 

El sonido de la puerta de la jaula abriéndose. El corazón de Hannibal, que permanece en la capilla a la vista de cualquiera, sangra. El reflejo de Will en el charco que forma y, a su lado, Hannibal apoyando la mano en el hombro del perfilador. Has regresado. Sonríe. Estás aquí y nada más importa ahora.

- Hola, Dr. Lecter

Hannibal apenas puede levantar la cabeza, atado como está su cuello. La sonrisa de Will en la Galeria Uffizi, frente al cuadro La Primavera de Botticelli. Inolvidable. El amor mirándoles desde ese bendito cuadro mientras Hannibal recuerda cómo días atrás había convertido a Will en  Céfiro, el viento del oeste, que rapta a la ninfa Cloris. Siempre Will, eterno en sus dibujos. ¿Por qué no se detuvo el tiempo en ese instante? 

- ¿Por qué...? - dice, su voz ronca.

Las palabras de Will golpeando su entonces feliz corazón. Estamos unidos, Hannibal. No sobreviviríamos a la separación. Y Hannibal asintiendo porque al fin Will lo había comprendido. Y Venus, desde La Primavera, sonriendo porque no es la primera vez - ni será la última - que dos amantes se sientan frente a ella, buscando aprobación. Ella siempre se lo concede a todos.

- Un ser como tú debe estar encerrado - responde Will.

- ¿Como...yo? - Hannibal respira con dificultad.

Will mirándole fijamente ahora, agachándose para que pueda verle la cara. Y Hannibal cuidando de Will porque ya entonces creía que, de haber sido al revés, Will habría hecho lo mismo. La sangre seca en los nudillos del joven y él sujetándola con la delicadeza que se sostienen las cosas que nos importan. Estoy aquí para ti, no te pierdas en tu mente. No sin mí, Will. Y el perfilador aferrándose al ahora sólo porque Hannibal estaba ahí obligándole a que permaneciese a su lado.

- Mírate. Creíste que me ibas a cambiar igual que yo te cambié a ti, Hannibal.

- Lo...hice.

- Quizá parte de mí lo hizo. Pero debo guiarme por lo que es correcto.

Hannibal cierra los ojos porque está ahí pero en parte no. Will sujetando un arma apunto de disparar a una persona. Qué orgulloso estaba de él, cómo de excitado se sintió. Habría tumbado a Will en ese establo y se lo habría follado manchando su carísimo traje entre los relinchos de los caballos que allí se encontraban. La crisálida abierta y él sorprendiéndose del resultado. ¿Qué esperaba? Había susurrado demasiado tiempo. Lo que salió de ella es lo que ahora, frente a él, continuaba luchando contra sí mismo.

- Desátame. Huyamos juntos - Hannibal dice lo que siente porque dicen que aquello que no expresas y guardas para ti, se pudre en tu interior. Y él ya tenía suficiente guardado como para añadir más.

- Habría dicho que sí, en Florencia. Sin dudarlo ni un segundo - responde Will.

- Mi corazón....

- Una obra de arte, como todo lo que haces. Me senté frente a él horas, decidiendo qué iba a hacer. 

Hannibal lo sabía, lo había espiado desde lo alto sin que se diese cuenta. Había grabado cada expresión de Will porque en ellas estaba escrito lo que pensaba. Will sollozando por sí mismo, por él, por el joven al que había arrebatado la vida y expuesto el corazón. Hannibal estirando su brazo en el aire porque quería decirle a Will que lo comprendía. Que, ahora que había regresado, no volverían a separarse de nuevo.

- Will...

- Te amo. Es confuso. Este miedo es nuevo para mí.

Hannibal agacha la cabeza, mira el suelo entre sus rodillas que nada sienten. Tendría que haber subido a Will a su habitación la noche que, perdido, le confesó lo de Alana. Tendría que haberle besado y guiado de una manera diferente a la que lo hizo. La parte de él que le pertenecía a Will se arrepentía de esas cosas. La otra es la que en estos momentos le dice que, de ser libre, abrirá la cabeza de Will para poder ver qué contiene. Quizá le haga comer parte de su encéfalo.

Will se arrodilla porque a él nunca le ha importando mancharse. Hannibal aprecia que lo haga y un escalofrío le recorre cuando el perfilado acaricia su cara, sudando. Will jamás le había tocado. Se siente mejor de lo que había imaginado. 

- Debiste hacer las cosas diferentes, ¿sabes? Los dos debimos. La taza se rompió y no hay forma que vuelva a juntarse de nuevo. El amor debe sentirse diferente al miedo, Hannibal. Nunca ir de la mano.

Hannibal calla escogiendo las palabras adecuadas. Para él, las palabras son importantes. La humanidad estaría perdida sin ellas.

- No hay ser más valiente que aquel que se arriesga a amar a otra persona, teniendo miedo. Es un salto de fe, Will. Y siempre, siempre, van acompañados.

- Tal vez. Pero yo no estoy preparado para amar a un monstruo. 

Will se pone de pie, alejándose de la mirada de Hannibal. 

- Voy a echarte de menos. Tanto que no podré soportarlo. Pero es lo que debo hacer.

Las pisadas de Will alejándose, los sollozos que Hannibal no puede ver pero sí escucha mientras cierra la jaula. El tacto de Will sobre su cara hace unos minutos. La sonrisa de Will el día que hablaron sobre  su capacidad para conectar con los demás. El cuerpo del perfilador, desnudo, en el hospital tras una de sus disociaciones.

- Vuelve... - dice.

Will no sabe por qué lo hace, o lo sabe perfectamente pero todavía no puede aceptarlo. Regresa frente a la jaula, la abre y suelta uno de los brazos de Hannibal.

- Haz lo que tengas que hacer. Estaré esperándote al otro lado de la granja. 

- Will...

- No dejes que ese cerdo te mate. Nos espera un futuro del que nada sé, al que tengo miedo, y que acepto sólo porque estarás caminando a mi lado.


Hannigram - Cortos -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora