¿De cuántos instantes está compuesta la felicidad? ¿Es medible, cronológicamente hablando?
Hannibal era consciente de ella desde Will Graham. Con él había conocido la desdicha que sólo sienten los que aman sin ser amados y, gracias a él, el gozo de los que tienen la suerte de compartir dicho amor.
- ¿Cuándo lo supiste, querido? - sentado sobre Will, ambos desnudos, la vida parece más fácil.
No había un día que piel con piel expresasen sus sentimientos. Ni uno. Hannibal deseaba recuperar la larga espera y Will, bueno, Hannibal no estaba seguro de por qué Will hacía las cosas. Con Will nada podía darse por sentado.
- Cuando estuvimos separados.
Fueron tres años viviendo en su Palacio mental. La sonrisa de Will en cada una de sus estancias, sus ojos azules que brillaban para él. Porque el Palacio mental de Hannibal no sólo estaba lleno de lo ocurrido sino también de los sueños que sólo vivían en su corazón con la esperanza de tomar forma.
- Estabas con esa mujer - Hannibal, sabiendo perfectamente por qué, nunca decía su nombre.
- Lo estaba. Y no. Era un fantasma, Hannibal. Una disociación continúa.
Hannibal le besa y Will lo rodea con sus brazos. Arden, siempre arden.
- ¿Por qué, Will? Me dejé atrapar por ti, lo sabes.
- Sabías que regresaría.
- No, quería creer que lo harías. Es diferente, mylimasis.
Will calla y Hannibal pasa la yema de su dedo por su rostro. Lo conoce de memoria, cada rincón de él. Tantas veces lo había dibujado y muchas otras lo había sentido temblar bajo su toque.
- Quería olvidarte. Olvidar quién era cuando estaba contigo. Tenía miedo, no es algo de lo que esté orgulloso.
- Te refugiabas en lo seguro, en lo convencional. Y, mientras tanto, te apagabas - Hannibal sonríe, pero es una sonrisa triste -. ¿Mereció la pena?
¿Lo hizo? Fue tranquilo mientras duró, Will pudo obtener paz en muchas ocasiones. La vida que socialmente era aceptaba, una buena vida a ojos del mundo.
- No lo sé. A veces pienso en...Molly. No merecía nada de lo que pasó. A mi manera, la quise.
- Y no era suficiente.
- No, no lo era - sujeta a Hannibal por los hombros, mirándole a los ojos -. ¿Por qué hablamos de esto?
- Porque nunca lo haces. Está bien confiar, amado. Puedes confiar en mí, no voy a irme a ningún sitio.
Will aprieta el puño porque sabe que es cierto. Hannibal era roca firme, él se sentía como las olas que van a romper a la playa. A veces llegaban con firmeza, otras morían antes de alcanzarla.
- Ya sabes que te quiero - responde.
- Lo sé. ¿Pero hasta cuando, Will? ¿Cuándo te marcharás?
¿Cuántos momentos forman la felicidad? ¿Se puede medir en días, minutos, años?
La vida de los dos hombres se contaba en las comidas que Hannibal le preparaba a Will todo los días, en cómo Will le enseñaba a pescar compartiendo con él algo importante de su vida. Se medía, también, en los gemidos que inundaban la casa a diario, y en cómo ambos suplicaban desear más.
- Estaré aquí siempre que quieras que esté. Siempre que yo quiera estar. Y eso no cambiará mientras te ame, Don Inseguro.
Hannibal le empuja a la cama, sentádose a horcajadas sobre él. Toma la polla de Will y se centra hasta descender un poco, sintiendo cómo palpita dentro de él. Will le coge de la cintura, sin presionar todavía. Sus dedos están diciendo que Hannibal es suyo.
- Tendré que ponertelo difícil, pues - Hannibal baja más, reprimiendo un gemido -. Solo para asegurarme que la felicidad está de mi lado.
Will asiente, transformando su agarre en una muda petición. Ahora soy tuyo, lo fui entonces, y lo seguiré siendo también mañana.
