"Las palabras tienen poder. Elevan, hacen caer, abrazan y besan sin tocarse. Forman historias y crean poesía. Y me han traído hasta ti, haciendo nacer esto tan bonito que tenemos. Hasta que estés, hasta que lo esté yo, sigamos confiando en ellas"
🔥 Esta bien podría ser nuestra canción 🔥
Era el hábitat natural de Hannibal. Sus movimientos, casi felinos, sabiendo exactamente qué pasos debía dar y cuáles no; las sonrisas adecuadas, seleccionadas, no para todo el mundo. El traje le sentaba demasiado bien, una segunda piel que marcaba los músculos que Will podía apreciar debajo. Estaba tan encantador como sólo lo están aquellos que saben cuál es su meta en la vida.
- ¿Quieres que nos vayamos?
Hannibal se gira antes de entrar. Will sabe que podría perderse en el ámbar de sus ojos pero decide permanecer en el ahora.
- No es necesario que lo hagas por mi. No quiero que te sientas incómodo - añade.
Will se mira los pies, esos zapatos que no ve como propios aunque Hannibal se los ha regalado. Su traje casi a la par a excepción de la corbata, que en su cuello es pajarita. Los mueve, nervioso, una compulsión típica del estrés que padece ante todo lo que es social.
- Quiero hacerlo - responde con la mirada en sus pies.
- No dejes que el mundo se pierda tus preciosos ojos, querido. Pero tampoco olvides quién es el dueño de ellos.
Will sonríe, y Hannibal sabe que no podría quererlo más de lo que ya lo hace.
- ¿Entramos? - le ofrece la mano.
Las miradas se cruzan sorprendidas. Hannibal nunca ha traído a nadie. Quién será y cómo ha conseguido atar al doctor es todo un misterio.
- Hannibal...
- Que susurren. Que imaginen. Me tienes, mylimasis. Y estoy aquí contigo.
Will asiente. Este no es su mundo pero se esfuerza por formar parte del pedazo que Hannibal comparte con él. La próxima vez, a cambio, le enseñará a pescar. Sonríe imaginando al docto mojado cayendo al agua.
- ¿Y esa encantadora sonrisa? - Hannibal le sonríe a su vez.
- Tengo sed. Y por favor, no me pidas que baile.
- Eso es justo lo que haremos. Confía, soy buen bailarín.
- Un bailarín con alguna fractura como me obligues a hacerlo - responde Will.
Hannibal se acerca a él. Todavía no se han besado.
- Antes de que acabe la noche me pedirás que baile contigo, Will Graham.
Dos Copas después, el pantalón del traje arrugado y la pajarita a media capa y Will no puede hacer más que ver cómo Hannibal va de brazo en brazo. Las mujeres danzan a su alrededor sin quitarle ojo, algunos hombres dudan si pedirle el siguiente baile. En medio de la música, los pasos y la elegancia, Hannibal mira a Will cada cierto tiempo. Ven. Bailemos. Esta bien podría ser nuestra canción. Ya eres mío, Will. Permite que los demás sepan hasta qué punto soy tuyo.
- Has ganado - dice Will en voz alta mientras se pone de pie.
Nadie lo escucha. Nadie está pendiente de él. Y Hannibal sigue girando sabiendo que Will se acerca al centro de la Sala. Cuando la mirada de los dos se cruza el resto deja de existir en ese mundo que ahora mismo está vacío salvo por ellos dos.
- ¿Me excusas, querida?
La mano de Hannibal sobre la suya, la otra en su cintura. Y unas tremendas ganas de salir huyendo antes de empeorarlo todo.
- No, quieto - Hannibal lo acerca más a él - no te voy a soltar. Tú solo...déjate llevar, Will. Fluye conmigo.
- Te odio - dice el perfilador, riendo.
- Lo sé. Ahora, ¿hacemos de esta canción nuestra canción?
Todavía no se habían besado. Aún no conocían el cuerpo del otro ni tampoco sabían qué había más allá de las palabras. Se tenían y no se tenían a la vez con esa fina capa de incertidumbre que toda relación tiene en sus comienzos y que es adrenalina pura. Pero iban a tener una canción. Y eso debía significar algo.
