Luz propia

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#Hannigram #Hannibal #WillGraham #relatocorto

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#Hannigram #Hannibal #WillGraham #relatocorto

"Porque la música puede sonar rápida, alta, salvaje incluso. Atrayente, preciosa a oídos del mundo. Y yo seré incapaz de escucharla si tú no lo haces conmigo"

🔥 Luz propia🔥

Desentonaba como lo hacen las cosas que brillan con luz propia. Una moneda nueva entre cientos que perdieron su valor tiempo atrás, y que reluce sin saber siquiera que lo hace.

Hannibal conocía cada rostro, siempre eran los mismos. Rostros cansados de mujeres y hombres con la vida resuelta que gritaban a los cuatro vientos cómo de felices eran. Hannibal sonreía, sabiendo la verdad. Entre ellos, su comida.

¿Quién era ese joven? No sabía cómo llevar un traje, divertido ver cómo el traje le llevaba a él. Pajarita que le apretaba demasiado y una camisa blanca que había sido comprada hoy mismo. ¿Por qué estaba aquí? Y, lo más importante, ¿había venido solo?

La música suena, pero Hannibal no la escucha. Está en los pasos torpes de un hombre que parece odiar al mundo. En su pecho al respirar, enfadado, deseando irse de allí.
La música suena, y Hannibal sigue bailando. Sus pies se mueven contra su voluntad, danzando, porque Hannibal será todo instinto pero jamás descortés. La próxima canción se excusará.

- ¿Quiere bailar?

Toda la conversación construida en su cabeza, todas las posibilidades tienen respuesta. Su cama, y ese apuesto hombre tumbado en ella, sonriendole. Hannibal cierra los ojos y se obliga a apartar esa delicia de imagen mental mientras sus pasos se vuelven ansiosos.

Apoyado en la pared el joven mira sin ver realmente. Hannibal se pregunta, dando vueltas con su pareja de baile, dónde estará. Cuánto tiempo pasa en el refugio que ha tenido que crear para protegerse, si acaso un día le permitirá acompañarle.
En sus labios una copa que apura porque de esa forma es capaz de volar más rápido. En su cuerpo, la tensión de quienes desentonan como lo hacen las cosas que brillan con luz propia.

- Querida, no pretendo ofenderte. Tengo reservada la próxima canción.

Tan natural como respirar, con la seguridad de quien está acostumbrado a triunfar en todas sus cacerías. Hannibal se alisa el traje, paso firme, sus ojos centrados en ese joven que sigue preguntándose qué hace ahí.

- La respuesta es no.

- No ha oído la pregunta - dice Hannibal, sonriendo.

- No bailo. No me gusta bailar.

Hannibal le ofrece otra copa, apoyándose en la pared junto a él. El joven la toma sin tocarle.

- Quizá no ha encontrado la melodía adecuada. No todas las melodías encajan con uno.

El joven le mira, y todas las conversaciones que Hannibal tenía creadas en su cabeza desaparecen.

- O tal vez estamos los que no buscamos encajar. Y ni siquiera estemos pendientes de la música.

- Hannibal - le dice.

- Will.

¿Quién le habrá regalado esos preciosos ojos?

- Un baile. Uno solo para demostrarle que se equivoca.

- Ya tiene acompañante - señala Will.

- Nunca la tuve. Pero sé quien quiero que sea a partir de ahora.

Le ofrece la mano y Will, que odia el contacto humano, apoya levemente la suya, sorprendiendose.

- No dejaré que caiga, Will. Se lo prometo.

Por una extraña razón sabe que es cierto. Y esa melodía sinsentido que apenas escuchaba cobra vida en las manos firmes de Hannibal sobre su cadera, en las miradas del resto de asistentes, y en unos ojos de color ámbar que han recorrido su cuerpo desnudandolo por completo a pesar de estar vestido.

- ¿Ve? Estamos creando poesía.

Y la música deja de existir o, más bien, se vuelve parte de ellos. Danzan y el mundo a su alrededor desaparece, y Hannibal se pregunta si acaso había existido antes de este instante.

- Vámonos de aquí - dice Will, su cabeza apoyada en el hombro de Hannibal.

- Donde quieras, querido. Siempre.

Y la música sigue sonando, aunque ya no importa. Lejos, dos hombres que han encontrado la suya, y que no desean más que descubrir hasta qué punto la comparten.

Hannigram - Cortos -Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu