Anillo invisible

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La marca blanca en su dedo anular y todo un mundo que los separa. El regreso de Will era lo que Hannibal anhelaba desde hacía demasiado y, ahora que estaba aquí, una marca medio borrosa les alejaba de nuevo.

Quizá para otra persona habría pasado desapercibida. Pero no para él. Conocía el cuerpo de Will de memoria, grabado como estaba en su Palacio Mental. Al menos las partes de él que le eran visibles - ojalá, pensaba, también las que apenas había mostrado a nadie y Hannibal había imaginado tantas veces -.

Ese dedo. Ese anillo quitado antes de entrar en su celda. Ese olor a aftershave barato que tanto le excitaba.

¿Por qué lo hiciste, Will? ¿Por qué no me esperaste? Las palabras se agolpan en la mente de Hannibal, hirientes.

- Hola, Dr. Lecter.

- ¿Volvemos a las formalidades, Will?

- Nunca debimos alejarnos de ellas.

Las manos en su espalda, apretadas, Will sin ser consciente de su ira.

- Te sienta bien - miente Hannibal. El matrimonio.

Inconsciente, Will roza su dedo mientras sonríe. Cómo no iba a darse cuenta Hannibal. Qué estupidez había sido intentar ocultarlo.

- No podía ser de otro modo - responde Will. Ha pasado mucho tiempo.

- Podía, Will. Pero tú no estabas preparado para averiguarlo.

Los dos hombres juntos en Florencia. Un reencuentro y un abanico de posibilidades sobre la mesa. Hannibal cierra los ojos unos segundos, de nuevo allí, recordando todos los planes que tenía para los dos. Un futuro juntos, su amado compañero.

- ¿Eres feliz, Will? - ni siquiera sabe por qué lo está preguntando.

- ¿Acaso importa?

- Dicen....

- La gente dice muchas cosas sobre el matrimonio. Todas falsas.

Hannibal sonríe, su mirada fija en el dedo anular de Will. De haberle regalado él un anillo jamás le habría permitido quitárselo.

- ¿Niños? - Hannibal sigue preguntando, haciéndose daño a sí mismo.

- Sí. Y no. No es mío.

- Siempre adoptando a los necesitados. Hay cosas que nunca cambian.

Will rehaciendo su manada al no querer ser un lobo solitario junto con Hannibal. Y Hannibal sintiendo unas pequeñas punzadas en su corazón al saberse algo más lejos de Will.

- Necesito tu ayuda, Hannibal.

- ¿Cómo se llama?

- Molly. Es... una buena mujer.

- E infeliz. Como lo eres tú. ¿Por qué...?

Hannibal quiere saber por qué sigue con ella. Will no es de ese tipo de personas, conformistas. Su Will siempre ha sido desafiante. ¿Qué le ha pasado?

- No es de tu incumbencia. He venido aquí por Dolarhyde...

- Conmigo no, Will. No soy tu Molly. A mí no. No estás aquí por ese Dragón Rojo.

¿Cuántas veces se había repetido Will a sí mismo semejante falacia?

- Mírame - le pide.

Ese océano en el que Hannibal se hunde cada vez que vuelve a los ojos de Will, gustoso. Ese océano en el que se deja llevar y no se preocupa en nadar de ningún modo, hacia ninguna dirección. Ese océano es Will, y Will para Hannibal significa hogar.

- Sé lo que quieres escuchar, Hannibal. Y no quiero responder.

- No deberías volver a ponértelo. Deja que esa marca desaparezca, unos pocos días y  ni rastro del error tan grande que has cometido.

- No voy a divorciarme. No se lo merece.

- ¿Desde cuando tú importas menos?

Will mira a Hannibal y ve el dolor en su corazón. Había querido evitarle esto pero también ahora había fallado.

- La quiero.

Una media verdad, que al fin y al cabo es una mentira. El cariño es una forma de amar válida para muchos. Pero no para Hannibal, él siempre ha necesitado el fuego y todo lo que conlleva.

- No como a mí, Will. No como a nosotros juntos.

- Nunca hubo un nosotros.

Will se aleja del cristal que les separa y Hannibal sabe que ha ganado esta batalla.

- ¿Dónde quedó tu fuego? ¿Dónde la fuerza de la vida, Will?

Hannibal cierra los ojos y aspira, llenándose de Will, impregnando más si cabe su Palacio Mental de él.

- Hay cosas más importantes...

- No estás muerto pero actúas como si lo estuvieses. Has pensado en mí tan a menudo como yo en ti. Esa... Molly... A las sombras se les deja atrás, Will, o acaban por engullirte.

Will, furioso por ser un libro abierto para Hannibal, se acerca al cristal y apoya una mano en él.

- No voy a divorciarme - repite.

- Estás aquí, conmigo. Siempre regresas a mí y yo siempre espero que lo hagas. El Sol consume, Will, y es justo lo que le estás haciendo a tu querida Molly ahora mismo, viniendo aquí. Cada minuto que pasa, cada palabra conmigo te da más fuerza a ti y se la quita a ella. Definitivamente, deberías dejar que esa marca desaparezca.

- No tengo ninguna razón para hacerlo.

Hannibal arde. Hannibal quiere gritarle, golpearle. Besarle hasta saciarse.

- Te amo. No es algo que no sepas. Es razón suficiente para hacerlo.

- ¿Y mis sentimientos, no cuentan?

- Eso mismo me pregunto yo. ¿Cuentan para ti, Will?

Maldito Hannibal y maldita la noche que decidió volver. Jamás lo había olvidado, su voz resonando en su cabeza hasta en las contadas ocasiones que yacía desnudo con Molly.

- Dolarhyde. Ayúdame, Hannibal.

- No.

- Puedo conseguir una celda mejor para ti, con vistas. Puedo conseguir que te trasladen donde escojas. Puedo....

- Puedo marcharme de aquí cuando desee. Si estaba aquí era solo porque tú sabías dónde me encontraba y esperaba tu regreso. Pero ahora... - Hannibal sonríe - averiguaré dónde vives, e iré a hacer aquello que debí hacer hace mucho.

- ¿Matarme?

- No, querido. Devorarte. Ayudarte a deshacerte de esa parte de ti que increíblemente para mí te esmeras en sostener. Amarte, Will. Amarte. Es lo único que he querido siempre.

Una marca blanca en el dedo anular de Will que los separa.
Un anillo invisible cuyo recordatorio obliga a Hannibal a actuar.
Pilares sujetos en la arena, que nunca es estable del todo.
Y Hannibal dispuesto a muchas cosas para tener a Will para sí.

Hannigram - Cortos -Where stories live. Discover now