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🔥 Mi mejor melodía 🔥
La mejor obra de arte de Hannibal es Will. Hannibal lleva moldeando al perfilador desde hace años y no puede sentirse más orgulloso. Will es lo que le impulsa a seguir queriendo estar más allá de Dios.
Por Will, Hannibal creaba. Para Will, Hannibal componía, dibujaba, escribía. Will es su inspiración y gracias a él sus ojos se rodeaban de un arte distinto al de antes. Ahora la palabra arte llevaba su nombre.
Como si de un violín cuya melodía estaba por descubrir, Hannibal toca a Will con ahínco, queriendo sacar lo mejor de sí, pues ni él ni Will merecen menos. A veces consigue una serie de notas que tienen sentido:, otras, esas notas se escapan entre sus dedos sin conseguir una melodía digna de ser escuchada.
- Hola, Dr. Lecter.
- Hola, querido Will.
Manos sobre su cuello y una lengua que recorre esa garganta mientras el latido de su corazón palpita. Hannibal le besa y atrapa para sí esa pequeña melodía que acaba de nacer. Quizá esta vez sea distinta y consiga acabar la composición. Sus manos recorren la espalda de Will y siente bajo la camisa los huesos que se le marcan. Debería comer mejor, piensa, de permitirmelo sería diferente.
- Permite que te toque. Quiero oír en ti lo que ya está en mí.
- Haz lo que quieras.
Porque si algo tiene Will es esa confianza, quizá conformismo, en lo que Hannibal quisiese pedirle. Había depositado su fe en Hannibal. Había depositado su esperanza en él y, con ella, le había regalado ese poder que se concede a aquellos que están más cerca de nuestro corazón: el de tener la posibilidad de hacernos daño.
- Gime para mí - le pide Hannibal.
Y Will lo hace porque además de hacer todo lo que Hannibal le pide que haga, tampoco puede evitarlo. Hannibal sabe bien dónde tocar y, lo más importante, sabe perfectamente cómo. Will es esa hoja en blanco donde Hannibal traza lienzos con sus dedos y escribe cada vez nuevas historias. En todas ellas Will es dueño de todo y él las manos que le procuran todo lo que desea.
- Eres mi mejor melodía - le susurra en el oído.
En respuesta un gemido que roza lo que cree puede ser su corazón. Lo guarda en sus oídos y sabe que está por el buen camino.
- Fóllame, Hannibal. No puedo más.
- Paciencia, querido, sé que tienes más para mí.
Su cara entre los muslos de Will es todo lo bueno que puede proporcionar un mundo que se le asemeja gris. Su lengua entre los glúteos del perfilador, recorriendo cada pliegue, es ese rincón que todos buscamos porque en él nos sentimos en paz. Para Hannibal Will era hogar, para Will Hannibal era mucho más que eso.
- Te necesito.
Hannibal sabe que lo hace. Will pedía, siempre exigía más de lo que otro podría soportar. Y Hannibal se lo daba gustoso porque adoraba ver cómo el joven se retorcia bajo su toque y se convertía en un pequeño Dios al hacerlo. Mortal, sí, pero eterno en el Palacio Mental de un Hannibal que lo absorbía absolutamente todo.
- Quiero oirte bien alto. Quiero sentir cómo lo mojas todo. Mi cara, mis muslos, estas sábanas.
Will asiente porque sabe que siempre es así. Los desastres en su mente son puro fuego para Hannibal. Aquello que un día le avergonzó ahora es algo deseado. Hannibal lo recogía todo con su lengua y Will no podía creer que nada de esto estuviese pasando.
Y gime, y se retuerce, y se mueve bruscamente envolviendo la polla de Hannibal dentro de él. Y grita y empieza a correrse, y en ese vaivén de sentimientos y emociones encuentra su lugar en el mundo de Hannibal. Ese en el que muy pocos consiguen entrar y mucho menos permanecer.
- Más. Más.
- Sólo si sigues gritando mi nombre - le responde Hannibal.
Qué otro nombre podría pronunciar, se dice Will. Qué otro. Hannibal ocupaba sus pensamientos y, por qué no decirlo, también su corazón. No había espacio para nadie más.
- Canta para mí, dulce Will. Te prometo que cantaré contigo.
