En los brazos de Hannibal

453 47 2
                                    

#Hannigram #Hannibal #hanniballecter #WillGraham #relatocorto

En los brazos de Hannibal

Hay ocasiones en las que el hogar no se encuentra bajo un techo en el que hacer vida. Que la calidez que promueve el corazón bien puede no estar en el seno familiar, o que esa hoguera que te impulsa a ser mejor no se encuentra en la chimenea que arde y en la que se cuentan experiencias e historias, normalmente las mismas, de generación en generación.

A veces, esa sensación que por ley y empatía humana debería prevalecer entre las paredes que te han acompañado desde que existes como ser humano, la encuentras en otra persona.

Will lo había descubierto desde su existencia con Hannibal. Y Hannibal, que absorbía todo de Will, lo sabía, pues rara era la vez que conseguía unas pocas palabras sobre el pasado del niño Will, del adolescente perdido entre una multitud que poco o nada hacía por comprenderle.

- Necesito que entres, por favor Hannibal.

Quizá en los brazos de Hannibal Will había encontrado ese hogar que se le negó siendo bien pequeño, o tal vez fuese en su polla cuando estaba dentro de él palpitando y golpeando hasta el fondo de su alma.

- ¿Estás bien, mylimasis?

El abrazo de Will mientras recorre con la yema de los dedos su espalda, sabiendo de memoria ese cuerpo con el que meses atrás sólo podía soñar. Las cicatrices de Will, a diferencia de las suyas, no se veían. Hannibal se había propuesto comprenderlas para poder curarlas, pues ambas cosas siempre van unidas.

- Sólo fóllame, te deseo.

La sonrisa de Hannibal es triste, a escondidas de Will, porque ningún motivo de peso hay para que éste sea consciente.

- Yo también a ti, querido. Te he deseado desde el día que te vi.

Will se aparta del abrazo mientras su mano aprieta el trasero de Hannibal, firme.

- Gracias, Hannibal. Ahora, no me hagas suplicar, fóllame tan fuerte que olvide todo lo demás.

Hannibal asiente, sabe a lo que se refiere. Había momentos en los que Will se perdía un poco, no demasiado, lo suficiente para saber que regresaba a unos años donde no tenía más que un padre que trabajaba de sol a sol y que no fue capaz de darle la seguridad que todo niño debería tener.

- Te quiero.

Hannibal sonríe y esta vez rivaliza con el sol. Rara era la vez que Will lo decía, pocas las veces en las que se expresaba con claridad. Muerde su hombro mientras introduce uno de sus dedos dentro de él, y este vuelve a abrazarse a él porque entre sus brazos había encontrado esa sensación de estar en casa que lo es todo y nada al mismo tiempo.

- Así, así. Más.

- Mi dulce niño insaciable - dice en su oído.

Otro dedo más y, segundos más tarde, un tercero. Los embistes de Will pidiendo más y Hannibal apretándose a su cuerpo porque también él había encontrado, a su modo, un hogar en el perfilador.

- Hannibal...

- Lo sé. No estás solo, estoy contigo.

Y Will, cuyo rostro se esconde en el hombro de Hannibal, rompe a llorar porque todo ser humano llegado el momento se llena de agua y ésta siempre encuentra la forma de salir al exterior.

- Lo siento, lo siento.

Hannibal besa su cuello. No dice nada. Se le da bien esperar. Acaricia con su mano libre esos rizos que tanto adora, y se dice a sí mismo que hará lo que sea para que Will recuerde quién es.

- Cuando estés preparado, estaré aquí - besa sus labios y se arrodilla entre sus muslos -. Pide, amado, dime qué quieres.

- Lléname de ti. Te necesito.

Quizá Will había encontrado esa chispa que todo hogar posee en los brazos de Hannibal, pero también la sensación le rodeaba cuando Hannibal le penetraba hasta el fondo y él se movía anhelando aún más.  Esa emoción de saberse querido, amado y seguro estaba tras las arrugas de Hannibal cuando sonreía, o en sus manos cuando a diario le preparaba cualquier cosa para comer. Estaba en las charlas en el sofá, en las bromas, en las duchas compartidas, en los cuidados diarios que por monotonía no se es consciente.

Ya era hora de dárselo todo.

Hannigram - Cortos -Where stories live. Discover now