Perfecto en tu imperfección

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#Hannigram

[Un día en la vida del Doctor Lecter]

- ¿Will?

Hannibal llama al joven mientras su mano le sujeta la barbilla. Will, que así se llama su paciente, sufre de encefalitis y no lo sabe. Hannibal no considera necesario que ese dato sin importancia trastoque la vida del que espera se convierta en su compañero.

A veces Will sufre ataques. En ellos, se disocia, viaja hasta un lugar donde Hannibal no puede seguirle, aunque en ocasiones vislumbra que donde Will está, en su mente, es con él. Si corriese peligro, le despertaría. Si fuese algo mortal, le aconsejaría tratarlo. Pero por ahora, no es así. Por ahora.

- ¿Me oye, Will?

Le da una ligera palmada en la mejilla. Will no le está mirando, su mirada fija en su traje, sus ojos abiertos sin estar allí físicamente.

Hannibal sonríe. No es la primera vez que ocurre ni tampoco será la última. Las veces que ha aprovechado las ausencias de Will para... digamos, explorarle íntimamente las dejó de contar hace algún tiempo. No se avergüenza, no siente remordimientos. Las cosas son así porque así ha decidido que sean.

- Bien - dice en voz alta, más para sí mismo que para Will.

Se acerca a la puerta de su consulta y cierra con pestillo. No es que espere a nadie después de la cita con el perfilador, pero más vale prevenir que curar. Will sigue en la misma posición. Hannibal se acerca y se coloca de nuevo delante de él. Con cariño guía a Will hasta el asiento que lleva su nombre. Acto seguido, se arrodilla delante de él y  on manos hábiles, desbrocha su cinturón, el botón del pantalón, baja la bragueta y lo desliza hasta los tobillos del joven. Hace lo mismo con su ropa interior.

Hannibal siente fascinación por Will, y muchísima curiosidad. Podría ser sincero con él, hablarle, compartir opiniones y aceptar un no por respuesta. Podría, claro, pero ¿dónde estaría la gracia de eso? Su método es mas interesante, más... personal.
Inclina a Will para que su espalda descanse en el sillón, le separa las piernas y hace aquello que lleva haciendo desde hace semanas sin ningún pudor.

El cuerpo humano es una maravilla de la naturaleza, y Hannibal bien lo sabe. Todo está conectado. La conciencia no importa, la voluntad todavía menos. Toma la polla de Will con su mano y empieza a masturbarle. Sus motivos básicos, el deseo que siente por él. Los motivos profundos, ese mismo deseo mezclado con una irremediable sensación de soledad y lo atrayente de dominar a una persona tanto física como mentalmente. Pocas cosas que hay que le exciten tanto como esto.

- Lo estás haciendo muy bien, Will - dice, a pesar de no ser escuchado.

Will nunca ha comentado nada de todo esto en las sesiones posteriores. No lo recuerda. Considera que se ausenta y confía en Hannibal - su psiquiatra - cuando le explica que simplemente espera que retorne. Nunca es más de media hora, hasta es creíble.

- Tu encefalitis es un punto fuerte en nuestra relación - continua diciéndole, su mano bombeando el pene del joven -. Mira lo buena que es, dejandote a mi merced.

Cuando el miembro de Will se endurece, Hannibal lo introduce en su garganta solo porque puede. El orgasmo de Will le es indiferente. Si lo alcanza, perfecto, si no lo hace, bien también. Lo que Hannibal persigue es el suyo propio. La polla del joven en su boca es pesada, no demasiado, cálida, un sabor Salado que en absoluto es desagradable.
Hannibal guarda cada uno de sus sabores en su Palacio Mental. Varía según él día, aunque en esencia casi es lo mismo.
Mira a Will mientras sus piernas tiemblan un poco, disfrutando su cuerpo de ser comido literalmente aunque su conciencia no ayude en absoluto. Un ligero movimiento de cabeza le hace vacilar. Will no se mueve, sigue en la misma posición, habrá sido involuntario.

Hannigram - Cortos -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora