XCIII

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— Hola, este es Hwang Minhyun reportando en nuestro primer día de luna de miel. Estoy con mi siempre hermoso y amado esposo, Choi Minki. Saluda, Rennie.

— ¿Me toca? —Miró a la cámara

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— ¿Me toca? —Miró a la cámara. — Hola, este es Hwang Minki. —Le dio un ligero manotazo al mayor tras pronunciar su nombre. — Hwang, en tanto no esté en la escuela soy Hwang Minki. —Dijo mirando a su marido que reía animado.

— Okay. Hwang Minki.
Nuestro primer destino es Egipto. Rennie, ¿te gustaría conocer Tailandia?

— Sí, dicen que el chile ahí es muy bueno.

— Bien, iremos a Tailandia —. Hablaron sobre eso durante el vuelo y de otras tantas cosas que les sacaron más de una sonrisa hasta que llegaron a su destino.

Al bajar del avión se sintieron relajados. Ninguno conocía Egipto, así que sería una experiencia nueva y se asegurarían de que tal como en Gion, ambos lo disfrutaran mucho. Salieron del aeropuerto y subieron a un taxi en el que tuvieron suerte de que el chófer hablara inglés. Minhyun le dio la dirección del hotel y durante el camino miraron por las ventanas sintiendo el viento contra sus rostros. La mañana estaba llegando a El Cairo y ese fue el primer amanecer que vieron en esa ciudad. Cuando llegaron al hotel bajaron del taxi y después de pagar entraron, la reservación estaba hecha así que sólo tuvieron que registrarse y recibir sus llaves.

— ¿Qué te parece la habitación?

— Es tan linda. ¡Mira! ¡Es grande! —Corrió a la ventana y se asomó. — Hay una hermosa vista. —Minhyun cerró la puerta después de que los empleados hubiera metido las maletas y caminó donde su esposo.

— ¿A dónde quieres ir primero? Aquí está amaneciendo, ¿qué te parece si descansamos un poco y vamos a recorrer la ciudad?

— Sí. Conoceremos Egipto. Estoy tan emocionado. —Minhyun sonrió antes de abrazar por detrás al menor y susurrar en su oído:

— Conoceremos el mundo juntos. —Las mejillas de Ren se sonrojaron, pero no se resistió al abrazo, por el contrario posó sus manos en el brazo de su marido y cerró sus ojos.

— Sí, lo haremos. —Respondió sonriendo también. Cuando se fueron a acostar notaron que también había una sola cama, pero ninguno se quejó. Se acostaron y gracias al largo viaje no tardaron mucho en quedarse dormidos.



Horas más tarde el primero en despertar fue el rubio, quien al ver el cuerpo de su esposo aún descansando decidió no hacer demasiado movimiento y se levantó cuidadosamente de la cama. Se dio un baño y se vistió justo antes de escuchar el bostezo del menor y, al mirarlo, descubrirlo despertando.

— Buenos días, dormilón.

— Buen día, ¿hace mucho que despertaste?

— No. Unos 20 minutos. —Se sentó a los pies de la cama mirando a su esposo.

El anillo de mi dedo anularWhere stories live. Discover now