XCII

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La mujer que los recibió no tardó en reconocerlos y de inmediato adivinó que se habían casado ya, por lo que les había llevado a una de las habitaciones más bonitas de la casa y habían pasado ahí la noche, durmiendo juntos y abrazados de nuevo debido a que sólo había una cama. Se sintieron tan cómodos que por un momento en la mente de ambos cruzó la idea de dormir así todos los días y aunque ninguno siquiera lo mencionó, en realidad, no les desagradó imaginarlo.

Por la mañana recogieron sus cosas y cuando estaban por pagar la dueña les dijo que no hacía falta.

— Tómelo como regalo de nuestra parte.

— Muchas gracias, señora. —Dijeron ambos haciendo una venia a la mujer y salieron del lugar.

— ¿A dónde vamos ahora?

— Bueno, iremos a desayunar algo y después al aeropuerto, ¿estás listo para tu primer viaje fuera del país? ¿Emocionado?

— Nervioso, pero sí, emocionado.

— Okay. Ven, vamos a desayunar, ¿qué se te antoja?

— Mmm, no lo sé, ¿qué se te antoja a ti?

— Emm... —Alzó la vista mientras mantenía la puerta del auto abierta. — ¡ahh! Ya sé, sube. —Ambos entraron al vehículo y mientras se abrochaban el cinturón de seguridad el rubio habló. — Ví un restaurante no muy lejos, es de comida coreana, y quiero que al menos pruebes algunos platos, para saber más o menos cuáles te gustarán. No está lejos.

— Vale —. El restaurante estaba ubicado en la carretera, por lo que se aliviaron de saber que no tendrían que cruzar un gran tramo para comer algo y continuar al aeropuerto.

Entraron al local y tomaron asiento frente a la barra, inmediatamente les atendió una chica que no pasó por alto ninguno de los dos rostros. Ren esperó a que Minhyun ordenara, pues en realidad no conocía ninguno de los nombres que se mostraban en el menú y prefirió comenzar por conocer los gustos de su marido así como él lo había dejado elegir en su primer paseo juntos.

— Yo los conozco. —Dijo la chica que preparaba la comida y ambos la miraron. — Los he visto en la televisión.

— Ahh... sí.

— No creímos que fueran a reconocernos.

— Es que a mi madre le chiflan esos programas y yo los veo con ella. Aquí tienen. —Puso la comida frente a ellos.

— Gracias. Entonces, ¿sabes quienes somos?

— Sí, tú eres un cantante y tú eres la hija de los empresarios Choi. ¿La mayor?

 ¿La mayor?

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— Ahh... no. No soy chica, ni la mayor.

— ¡Ahh! Perdón, es que eres muy bonito.

— Gracias.

El anillo de mi dedo anularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora