LXV

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Los días transcurrieron tan a prisa.

Minhyun había adelantado mucho trabajo en Francia y terminado con el trabajo acordado, había hecho sus maletas para irse a Japón; su manager se había ido a Corea la tarde del día anterior para comenzar a reunir a los invitados y estar a tiempo en el evento. En ese momento, el joven se encontraba abordando el vuelo de las cuatro de la mañana junto a sus padres.





— Está será una hermosa e inolvidable fiesta. Que bueno que tus tíos ya llegaron, y trajeron a tus primos.

— Sí, mamá. Oye, ¿puedo preparar esa receta italiana de postre para mañana en la noche?

— Por supuesto que sí, Sooyoung. Ve a hablarle a tu padre, quiero que vea esto.

— Sí, mamá. También voy a pedir que me traigan todo lo necesario. —Corrió de vuelta a su casa cruzando el gran jardín. — Papá. —Le llamó apenas lo vio bajando las escaleras.

— ¿Qué pasa, Soonie?

— Mamá quiere que vengas a ver cómo quedaron acomodadas las mesas y el escenario.

— ¿Las dimensiones son las que dijo Minhyun?

— Sí, papito. Ven, ven a ver. —Lo llevó del brazo hasta donde se encontraba su madre.

— ¿Qué te parece, cariño?

— Se ve mejor de lo que esperaba. No puedo creer que nuestro pequeño loto se casará el veintiséis y ya mañana faltarán dos días.

— Descuida, papá. Te aseguro que Ren será muy feliz. —Él asintió y abrazó a su esposa e hija por los hombros dándole un beso en el cabello a cada una.

— Eso espero. Vamos, ya es tarde.

— Sí. Por cierto, Soonie quiere preparar su receta de postre italiano para mañana.

— Por supuesto que sí, hija, dale una lista de lo que necesitas a Sakura o Akane para que mañana cuando vayan de compras lo traigan.

— Sí, papito. Voy de una vez. Buenas noches, mamita. —Le dio un beso en la mejilla y corrió dentro de su casa seguida de sus padres.

Desde la ventana de su habitación, el rubio los observó silenciosamente, y una vez que los tres entraron, Ren cerró la cortina.

— "Casi son las 12 de la noche... ¿qué tanto harán a esta hora fuera de la casa?" —Volvió a su cama y se quedó pensativo.

Pasadas ya unas horas, cuando comenzaba a convencerse de que debía dormirse ya, pues acompañaría a su tía por la mañana a comprar algunas cosas, algo llamó su atención: escuchó el sonido de un auto acercándose, no le dió mucha importancia pues cualquier vecino podría recibir visitas. Se acostó en su cama, se cobijó y apagó la luz de la lámpara de buró.

— "24, 25, 26... sólo dos días más." —Sintió su corazón latir fuertemente en su pecho y su respiración se aceleró, se giró de lado para dormir y estuvo por cerrar sus ojos cuando las luces que iluminaron su ventana llamaron su atención; el sonido del auto se hizo más fuerte y más cercano y las luces irradiaron más intensamente a través del cristal de su ventanal. — "¿Qué es eso?" —Se levantó de su cama y se acercó lentamente hasta las cortinas y las movió un poco. — "¿Es aquí?" —Se asomó y su reacción no se hizo esperar al ver quién bajaba de ese auto.

 — "¿Es aquí?" —Se asomó y su reacción no se hizo esperar al ver quién bajaba de ese auto

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El anillo de mi dedo anularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora