CIV

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El tiempo no dejaba de pasar. Hacían ya dos meses desde que Minhyun y Ren habían vuelto de su luna de miel y aunque no había sido fácil para ninguno aceptar la distancia, había algo que los mantenía de pie: ese sentimiento chispeante en sus corazones, que, a pesar de no verse o estar cerca, seguía creciendo.

Minhyun había estado ocupado en su trabajo en Lyon, casi no tenía tiempo para descansar y desde que había llegado a la ciudad no había podido siquiera desempacar sus cosas antes de ser llamado a escena. Lo sucedido con sus padres en Londres lo tenía de mal humor, igual que la actitud sofocante que mostraba Uee fuera de cámaras, siempre preguntándole cómo era su esposo, por qué nunca lo había visto, qué clase de persona era, entre otras cosas, pero cada vez que leía los mensajes del menor ese mal humor se desvanecía por completo.

Por fin esa noche había podido entrar a su departamento sin la idea de tener que correr a tomar una ducha, cambiarse de ropa y volver al sitio de filmación.

— Bien, Minhyun, ve a tomar un muy merecido descanso.

— Gracias por aligerar la carga un poco, hyung.

— No te preocupes, es lo menos que puedo hacer, has trabajado tan duro. ¿Qué dices si en la mañana te compro algo de carne para que comas y repongas energía?

— Suena bien, gracias, hyung. Voy a acostarme un momento. —Se quitó el saco y lo colgó en el perchero para después caminar por el pasillo que llevaba a las habitaciones y tirarse en la cama un rato.

Se quedó así al menos media hora, sin poder conciliar el sueño, así que se rodó sobre el suave colchón y alcanzó a ver sus maletas aún hechas frente al armario, se puso de pie y las alzó para comenzar a deshacerlas. Sacó su ropa y comenzó a guardarla en los cajones o meterla en el cesto, dependiendo de qué maleta la sacara, finalmente encontró en su mochila algunas de las cosas que sólo había metido ahí antes de salir a trabajar incluyendo un paquete de galletas que le habían dado en el avión y el vaso de su café de ese mismo día. Los tiró a la basura y lo último que sacó de su mochila fue su pequeño cuaderno. Sonrió al verlo y lo abrió donde comenzaban las fotos de su esposo.

Se sentó en la cama para hojear el cuaderno y recordar lo bien que la habían pasado y en la página siguiente a las últimas fotos del menor volvió a ver el dibujo que éste le había hecho: ese corazón sobre un paisaje y recordó lo que le había prometido, así que lleno de curiosidad volteó la hoja descubriendo la letra del menor en una frase:

"Lleva un pedacito de mí contigo, para que puedas sentirme junto a ti mientras no esté ahí. Hasta que volvamos a vernos. Hasta que pueda volver a estar en tus brazos."

— Oh, Rennie, ¿qué más quisiera yo?

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— Oh, Rennie, ¿qué más quisiera yo?

Adivinó la reacción que hubiera tenido su esposo si hubiera leído eso cuando estaban juntos: su rostro hubiera enrojecido por completo y era más que seguro que habría cubierto ese sonrojo con sus manos; pero esas palabras sin duda habían logrado que el rubio se olvidara completamente de esos meses cansados que había tenido y sonriera esperanzado por volver a reunirse con su adorado esposo.

El anillo de mi dedo anularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora