LXXII

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• Me había despertado antes de que saliera el sol, a pesar de que me hubiese dormido hasta las dos de la mañana.
Después de cambiarme bajé las escaleras con mi libro y me dirigí a la sala.

| — Buenos días, joven, ¿quiere desayunar?

— Buen día, Akane, no. Quiero desayunar con Minhyun... |

Para cuando caí en cuenta de lo que había dicho me golpeé mentalmente mientras que sólo pude dirigirle una sonrisa a esa mujer y casi correr a la sala, centré mi vista en mi libro, aunque en realidad mis pensamientos estaban en otro lado: rogaba que Akane no dijera a nadie lo que le había dicho. Pensaba en Minhyun, nos imaginé compartiendo una mesa... ¿cómo sería? ¿dónde me sentaría? ¿a su derecha? ¿frente a él? ¿a su izquierda? Esos pensamientos me tuvieron ocupado hasta que por arte de magia, escuché la voz en la que tanto pensaba justo detrás de mí. Me exalté un poco ya que no me di cuenta de cuánto tiempo pasó, pero era lo de menos, dejé mi libro y miré a Minhyun de frente, en realidad no sé qué esperaba, pero ahí estábamos, me repitió que somos novios y me invitó a una última cita como tal, sentí que mis labios querían sonreír pero no los dejé, sólo acepté. Quedamos de desayunar fuera, pero primero fuimos a un lugar que parecía un gran estadio, por dentro había una gran pista de hielo y unas bancas, también una clase de cafetería como la de la escuela, unos locales de recuerditos, y una especie de recepción donde Minhyun compró un par de... pares... (okay, eso sonó bastante mal), dos pares de patines. En cuanto ví el delgado soporte de estos me sentí asustado, no tengo el mejor equilibrio, de hecho me entusiasmé cuando Minhyun se ofreció a enseñarme a patinar, pero esos patines parecían tan frágiles, o eso creí.

Se lo dije, le dije a Minhyun que no podría, pero en lugar de aceptarlo, se arrodilló frente a mí y me cambió los zapatos, debo confesar que me quedé en shock, había instantes en que pensaba en patearlo y salir corriendo, aunque no sabía a dónde, al siguiente momento sólo pensaba en quitarle mi pie y terminar de atar la agujeta yo solo o bien ponerme de nuevo mi zapato, y por último pensaba en todo y no pensaba en nada, no sabía por qué Minhyun estaba haciendo eso mientras me decía cosas bonitas, no sabía por qué estaba atando mis cordones mientras sentía mis mejillas arder, se puso de pie y me tendió su mano, y debo decir que por momentos quise realizar mi primer idea y salir corriendo, pero algo me hizo tomar su mano y dejar que me ayudara a avanzar. El hielo estaba tan lleno de ligeros rasguños por las cuchillas de patines ajenos que me alegré, porque así cuando nos fuéramos y alguien limpiara ese lugar no preguntarían "¿quién rasguñó tanto el hielo? ¿Quién se cayó tan seguido?" Por esas ideas quise volver a la banca y ver a Minhyun patinar, pero él no me dejó y sin soltarme comenzamos a avanzar. Me sentí tan apenando al saber que habían pasado horas y yo apenas comenzaba a sostenerme firme. No había tenido ni una caída y eso ya era bueno, pero no debía gritar victoria, porque justo cuando estaba en los brazos de Minhyun, sintiéndome confiado, protegido y a salvo mientras nuestros pies se movían en perfecto compás, cuando me sentía más liviano que nunca en mi vida e incluso hubiese podido jurar que volaba, cuando había olvidado que estaba sobre hielo con delgadas cuchillas en las suelas de los zapatos, sonó el timbre de mi teléfono y aunque al volver a la realidad sí estaba en los brazos de Minhyun, mi tobillo se fue de lado y resbalé, Minhyun me sostuvo, pero igual caímos, y de nuevo, como el día anterior le caí encima. ¡Ahh! ¡Que vergüenza! Me apresuré a verlo para saber si estaba bien, y fue cuando mi teléfono volvió a sonar, así que tuve
que responder:

~ ¿Diga?

~ Minki, necesitamos que vuelvan.

~ ¿Volver?

~ Sí, a la casa.
~ Nos habíamos olvidado de que deben firmar unas tarjetas para los invitados, bueno, para los regalos de los invitados.
~ Dime que no están muy lejos, por favor, no quiero que demoren demasiado.

El anillo de mi dedo anularWhere stories live. Discover now