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— Gracias por todo. —Se despidió el rubio mientras se acercaba a la puerta.

— Vuelvan pronto. —Respondió con amabilidad una de las maikos que los habían acompañado.

— Tomen esto. —Dijo una de las geishas deteniendo el andar del joven más alto.

— ¿Uh? —Tomó en sus manos la pequeña cajita que la dama le ofreció. — ¿Qué es esto? —Estuvo por abrirla, pero ella se lo impidió poniendo sus manos sobre las de él.

— El omamori augura buena fortuna. Es un obsequio de parte de la casa.

— ¿Uh? Ah… vale. Gracias. —Hizo una venia a la mujer y se giró metiendo la cajita en el bolsillo de su chamarra mientras ubicaba a su prometido con la vista. — ¡Rennie! Espérame. —Se apresuró a llegar a su lado mientras el rubio se ponía de nuevo los zapatos.

— ¿Uh? ¿Dónde te quedaste?

— Una geisha nos dio un o-ma-mori. Dijo que es un regalo de parte de la casa. —Se puso los zapatos rápidamente. — Vámonos. —El rubio le sonrió y Minhyun sacó su paraguas. — Ven, no vayas a mojarte. —Tendió su mano al menor y él la tomó unos segundos después. Minhyun abrió el paraguas y cubrió a ambos ofreciendo a su prometido su brazo para que se sostuviera. — Ven, vayamos a conocer un poco de Gion, ¿quieres?

— Seguro. —Salieron de la casa de té y comenzaron a caminar.

Las calles delataban la sencillez y belleza del lugar, estaban llenas de gente que iba y venía. No fueron sólo un par de veces que se encontraron con una de esas bellas y elegantes damas.

— Mira, esta foto salió muy bien. Me gusta mucho.

— Rennie —Él lo miró—, no sé cómo lo tomes, pero, tu hermana, Sooyoung, me dijo que le gustaría poner alguna de las fotos que hemos tomado hoy, en un álbum que al parecer ella tiene.

— ¿One-chan dijo eso?

— Sí.

— Bueno… —Miró la cámara de nuevo aún con la foto en la pantalla— si a ti no te molesta creo que podemos darle esta, es bonita y hay una maiko con nosotros.

— Bien. Si es lo que quieres, está bien.

— Minhyun.

— ¿Sí, Rennie?

— No… nada. No es nada.

— ¿Seguro?

— Sí. No te preocupes.

— Bueno. ¿Quieres comprar algo más? Hay muchas cosas bonitas aquí.

— Sí, son lindas, pero creo que están bien ahí.

— No es otra vez por eso de si lo vas o no a usar mucho tiempo, ¿o sí? —Minki bajó la mirada y de inmediato el mayor comprendió que sí. — Rennie, ya te dije que no me importa si sólo es por un ratito, realmente quiero que me lo digas.

— Esto… Minhyun… ¿Cómo te digo? —Pensó un momento. — Mira, yo tengo muchos problemas con estas cosas…

— ¿Con los viajes? ¿O con los recuerditos?

— No. Con los gastos.

— ¿Por qué?

— Porque yo no trabajo, yo no tengo, ni traje dinero y, no me gusta, que la gente, sea o no sea allegada, gaste su dinero en mí, porqué…

— Rennie…

— … yo sé que…

— Rennie…

El anillo de mi dedo anularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora