XXVIII

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— Ya llegamos. —Anunció y el rubio de inmediato miró por la ventana.

— ¿De verdad?

— Sí.

— ¿Es aquí?

— Sí.

— Se ve un poco solo.

—Es porqué ya es tarde. —Aparcó el auto fuera de una pequeña casa de alojo y miró al rubio. — ¿Cenaste?

— Sí. ¿Tú?

— También. —Se quitó el cinturón de seguridad y abrió la puerta del auto. — Ven, vamos. —Se bajó y Minki lo imitó mirando la casa con asombro y emoción. — Es bonita, ¿verdad?

— Sí. Se ve bastante acogedora.

— Entremos. Hace frío aquí. —Caminaron dentro y fueron recibidos por una mujer mayor.

— Buenas noches. Llegan a tiempo, estaba por cerrar la puerta principal.

— Lamentamos la hora.

— No sé preocupen. Yo soy Hashimoto Reiko, dueña de la casa de alojo junto a mi esposo, Jiro.

— Mucho gusto, señora Hashimoto. Nos preguntábamos si hay alguna habitación libre, nos gustaría rentarla por dos noches.

— Por supuesto. Hay muchas habitaciones disponibles en estas temporadas. Por aquí. —Los guió a lo que parecía ser la recepción y después de llenar el registro los guió por la casa. — El desayuno se incluye con su estadía, la puerta principal está abierta de las 6 de la mañana a la medianoche, si llegan después tendrán que usar la campana para anunciarse y que se les abra la puerta. —Abrió una puerta corrediza. — Hay dos espacios aquí, y el baño está al fondo de la habitación. Si necesitan algo más pueden tomarlo. El comedor está a un lado de la estancia.

— Muchas gracias, señora Hashimoto.

— En el armario hay algunas mantas, pueden tomar las que quieran si les hacen falta. El otoño es muy frío por aquí.

— Parece que las lluvias no tienen consideración por nadie. —Comentó Minhyun con una sonrisa en sus labios.

— Hablas con razón, muchacho, pero no se preocupen que aquí pueden resguardarse bien. —Respondió ella, también sonriendo. — Cuando salgan lleven un buen abrigo y un paraguas, pueden tomar uno de los que están al lado de la puerta. Son de cortesía para los huéspedes.

— Gracias, señora Hashimoto. —Respondió el moreno una vez más mientras se quitaba el grueso abrigo.

Por su parte, Minki caminaba por la habitación hasta detenerse frente a la ventana observando las gotas de lluvia comenzar a caer.

— Descansen. —Se dio la vuelta y antes de irse volvió a mirarlos. — Disculpen si soy entrometida. —Ambos la miraron. — ¿Están de luna de miel? Porqué tenemos un paquete especial.

 — ¿Están de luna de miel? Porqué tenemos un paquete especial

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El anillo de mi dedo anularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora