CLXXXII

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— Vizconde. —Llamó una de las tres últimas sirvientas que conservaba. — Hay un hombre buscándolo nuevamente.

— Hazlo pasar.

— Sí, Vizconde. —Salió y al poco tiempo volvió acompañada del visitante.

— Véte. —Ordenó a la sirvienta y ella hizo una venia antes de salir.
— Mansom, ¿qué noticias me traes? Toma asiento.

— Muchas gracias, Vizconde. En realidad no le traigo buenas nuevas. —Recibió toda la atención del noble. — Fallaron. Evans, William y JJ fallaron en la misión y fueron arrestados.

— ¡Es menos de lo que se hubieran ganado de haber vuelto!
¡Cómo es posible que un simple mocoso haya podido sobrevivir a cuatro de los peores criminales de Inglaterra? ¿Cómo!

— No olvide que Minhyun Hwang aún lo protege.

— No es excusa, sus territorios y los de sus antepasados son asiáticos, los europeos somos peores por mucho.

— Señor...

— ¡Vizconde!

— Vizconde...

— ¿Qué hay de Lee? ¿También falló?

— No, Vizconde. Lee tomó el avión de regreso hace unas horas.
Estuvo cazando al rubio desde antier en la noche, pero lo perdió de vista y aun ayer en la mañana trató de dispararle antes de que abordarán el avión, pero por la seguridad que había en el aeropuerto no lo logró.

— ¿Consiguió lo que le pedí?

— Sí. Ya lo está trayendo, en cuanto me lo entregue yo sé lo traigo.

— Más te vale. —Se giró hacia la ventana de su despacho. — Tendré que hacerme cargo yo mismo, después de todo, ahora él y Minhyun están aquí, imagina si quieres la desesperación que sentirán todos cuando no encuentren al pequeño... o lo encuentren muerto. —Sonrió.

— Usted sólo díganos. Estamos a sus órdenes.

— Sí. Lo están.



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Ren abrió los ojos, miró a su lado y vio únicamente la almohada donde, al parecer, hasta hacia unos minutos había reposado la cabeza de su marido; el rubio se frotó un ojo y aún adormilado se sentó apoyándose en sus brazos y observó la habitación. Se quedó en esa posición por varios minutos hasta que finalmente decidió levantarse y entrar al baño para comenzar a prepararse para ese, seguramente, largo día.



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Minhyun se había levantado poco antes de que Ren despertara, y después de haberlo admirado por unos minutos durmiendo serenamente. Había bajado por un poco de agua y se disponía a volver para cambiarse el pijama, mientras subía las escaleras planeaba la hora en que iría a ver a Kimberly sin que sus padres se enteraran por las posibles actividades que les esperaban.

— Minhyun.

— ¿Mm? —Alzó la vista encontrándose a unos pasos de su progenitor. — ¡Oh! Padre, buenos días, creí que estarías en casa.

— Hay algo muy importante que tengo que decirte y que no pude decirte ayer. Ven conmigo.

— Sí, padre. —Comenzó a caminar detrás de él guardando la debida distancia hasta llegar junto a un tercer hombre.

El anillo de mi dedo anularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora