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Como lo había dicho, Minhyun salió muy temprano de la casa de los Choi.

Ren lo había despedido con un suave pero muy significativo

Te extrañaré.

Que había hecho sonreír a Minhyun todo el camino y, ya que debía estar en Inglaterra ese mismo día, había procurado tomar el avión adecuado para llegar por lo menos en la tarde. Había avisado también a su manager y él le había respondido diciendo que aún le quedaban dos días libres, así que no habría problema.

El viaje no había sido demasiado largo, y gracias al cambio de horario había aterrizado en Londres a las 10 de la mañana. Un auto enviado por sus padres lo había recogido en el aeropuerto y llevado hasta la enorme residencia donde lo esperaban. Fue recibido en el lugar con honores y respetos propios de su puesto heredado de sus padres y su futura posición. Una sirvienta lo guió por los pasillos hasta el gran salón donde todos se encontraban reunidos. Hizo una reverencia y elegantemente dijo:

— Lamento llegar tarde.

— Pasa, Minhyun. —Le llamó la reina y él obedeció. Con pasos firmes entró en la sala de paredes azul pastel, que además tenía un gran ventanal con vista al jardín y dejaba ver los tulipanes azules (gustos propios de la reina); dentro de la pieza había únicamente una gran mesa de cristal con el escudo de Inglaterra bordado al centro, sillas contadas para los invitados y doce guardias reales perfectamente distribuidos por la habitación en caso de emergencia. Además se encontraban ya presentes todos los miembros de la corte inglesa, cada uno conocía perfectamente su lugar y en qué orden debían ocuparlo, por lo que el joven rubio se dirigió también a su silla designada y una vez que la reina tomó asiento le siguió su esposo y después los demás en un orden perfectamente estricto. La realeza de Inglaterra era ejemplo de elegancia y perfección, cosa que a Minhyun le habían inculcado desde pequeño, pero en ese momento, por unos segundos pudo imaginar a su joven esposo sentándose con ellos, debería explicarle algunas cosas, pero con la elegancia, seriedad e inteligencia que tenía el menor seguramente lo haría bien en un par de prácticas.

Los temas que trataron no fueron novedosos. Todos con respecto a la salud de la princesa y cómo se resolvería definitivamente ese asunto, pero esta vez, el ambiente se sentía tenso, el aire a su alrededor era un poco sofocante, como si estuviera en un campo de batalla y no sentado a esa mesa escuchando un discurso preparado.

— Dinos, Minhyun, ¿por qué tu esposo no vino contigo?

— Prefiere conocerlos en una mejor ocasión. Lo puse al tanto de la razón por la que vine.

— ¿Y cómo lo manejó?

— Con mucha compresión, majestad. Ren dijo que no le parece que esta sea la ocasión adecuada ya que estamos tratando con algo sumamente delicado, y ya que él nunca se ha visto en situación similar no quiere provocar distracciones. —Su madre lo miró de reojo.

— Bien. Está bien. —Respondió la reina. — Parece un chico listo. Efectivamente, estamos tratando algo sumamente delicado, no sólo por tratarse de la salud de nuestra hija. Tememos que las circunstancias abran paso a una nueva revolución, la última vez que la corona cambió de familia se ocasionó todo un revuelo que costó la vida de muchos, creo que está de más recordarlo. —Minhyun contuvo la respiración sintiendo que las tripas se le iban a la garganta y el corazón al trasero, mientras sus padres simplemente suspiraron y apretaron los labios unos segundos. — Es por eso que queremos hacer saber a todos aquí presentes ahora, este es un decreto únicamente para ustedes y nadie fuera de este salón debe saberlo: las puertas del castillo se cerrarán hasta que el matrimonio de Minhyun y Minki sea oficiado aquí en Inglaterra por el arzobispo. Nadie puede entrar o salir, el estado de nuestra hija es tan delicado que si alguien se infiltrara podría fácilmente causarle la muerte y quizá conocer información que no debe conocerse de momento. Hasta que el joven Choi Minki pise Londres nadie sabe siquiera su nombre, ¿está claro?

El anillo de mi dedo anularΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα