LXXXVIII

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Cuando la mañana llegó y la luz comenzó a filtrarse gentilmente por la ventana la alarma sobre el buró sonó, y no pasaron ni diez segundos antes de que la mano del más joven de los Choi la silenciara.

Ren estaba despierto desde un par de horas antes. Lo primero que hizo al abrir sus ojos fue revisar su teléfono, pero no había mensajes ni más llamadas, y desde ese momento había permanecido en su cama esperando que su celular timbrara. La noche anterior había tratado de llamar a Minhyun después de ver sus llamadas, pero el mayor no había respondido y en el resto de la noche tampoco había vuelto a llamar.

Finalmente Ren se levantó de su cama y se preparó para la escuela. Como de costumbre bajó las escaleras y pidió que le sirvieran el desayuno, pero esta mañana, por alguna razón, sus hermanos se habían levantado antes y lo sabía porque había escuchado sus voces y las de sus padres provenir del interior del despacho. No había entendido muy bien de qué hablaban, pero claramente había escuchado a su padre decir:

Dejemos que Minki decida si quiere o no.

Y con esto le había bastado para hacerse suposiciones durante el rato que estuvo en el comedor desayunando hasta la hora en que debía irse a la escuela. Se levantó del sofá, tomó su mochila, guardó su libro y se la echó al hombro para después encaminarse a la puerta del despacho y dar tres golpes en esta.

— ¿Mamá? ¿Papá? Me voy a la escuela. —Su madre abrió la puerta.

— ¿No quieres quedarte? —Esas no eran las palabras que esperaba escuchar. — No hay problema si faltas hoy.

— ¿Uh? —Sí, estaba totalmente confundido. — ¿Celebramos algo hoy?

— No, pero si no quieres ir a la escuela está bien.

— Ah. Gracias, mamá, pero iré. Ya falté y mucho por la preparación de la boda, no puedo seguir así.

— Está bien, hijo. Ve con cuidado.

— Sí. Nos vemos. —Se acercó a la puerta de entrada y salió. Koichi, como de costumbre, lo esperaba ya en el auto, pues a Ren le aprecia que no hacía falta que alguien le abriera la puerta y le había pedido a su chofer que no bajara en vano. Subió al auto y después de dar los buenos días se dirigieron a la escuela.

— ¿Qué tal su mañana, señor Hwang?

— Bien. Creo. Koichi, —El hombre lo miró por el espejo. — ¿es extraño si te pido que me digas señor de Hwang? Es que creo que Minhyun debe ser el señor Hwang... "aunque a mis 19 años no estaba listo para que me llamasen señor."

— Está, bien, señor de Hwang. Si me permite, puedo llamarle señorito Hwang?

— ¡Ah! Sí. Eso suena bien.

— Gracias.

— No hay de qué. —El resto del camino hasta la escuela fue silencioso. — Gracias por traerme, Koichi.

— No es nada, joven Choi. —Y de nuevo le guiñó logrando sacarle una sonrisa al joven, quien caminó cruzando el patio hasta su acostumbrado casillero, pero apenas se acercó se paró perplejo por lo que veía.

 —Y de nuevo le guiñó logrando sacarle una sonrisa al joven, quien caminó cruzando el patio hasta su acostumbrado casillero, pero apenas se acercó se paró perplejo por lo que veía

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El anillo de mi dedo anularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora