CXXV

131 16 5
                                    

— Alza bien las rodillas. —Ren resopló. — Anda, levántalas.

— Minhyun, no puedo ver nada. —Se quejó mientras su marido caminaba detrás.

— Deja de quejarte y avanza, yo te voy guiando.

— No veo nada y cuando no veo nada siento que... —Rió. — no veo nada. ¿Es necesario? —Se detuvo y Minhyun chocó con él. — Aguarda un momento, ¿y mi mochila?

— Eso no es importante ahora.

— No, no, tenemos que volver, yo no voy a ningún lado sin mi mochila. Vamos por mi mochila. —Comenzó a darse la vuelta a tientas por el lugar. — ¿Qué es esto? ¿Qué hay aquí?

(Coreano)
— Lo siento, perdone.

(Japonés)
— ¿Perdón? Eso lo entendí, ¿perdón por qué?

(Coreano)
— Disculpe. —Hizo una leve venia jalando a Ren consigo.

(Japonés)
— Rennie, está bien.

— No, no, quiero mi mochila, vamos, ¿qué es esto? Está plano y frío.

— Rennie, deja eso.

— ¿Qué es?

— El queso de la señora.

— ¿Señora? ¿Cuál señora? No vine a buscar señoras, quiero mi mochila. —Dio un paso y casi resbaló con el escalón, pero el mayor lo sostuvo antes de que cayera.

(Coreano)
— Perdone, él está un poco desorientado. —La mujer se retiró subiendo el resto de los escalones.

(Japonés)
— Ahora, —Se incorporó completamente. — ¿dónde estamos? Sé que sería lo lógico, pero no reconozco absolutamente nada y... —Se giró para encarar a su marido y él lo abrazó.

— Shh, ven.

— Ahh, Minhyun aún no tengo mi mochila y ahí tengo mis cosas más importantes.

— Alza bien las rodillas.

— ¡Uh! ¿A dónde me llevas?

— Tú sigue caminando, ya lo verás. Alza bien las rodillas.

— Ya voy. —Ren prácticamente arrastraba los pies contando y hallando los escalones, con sus manos tocaba todo lo que hubiera a sus lados tratando de adivinar qué era, de un lado sentía el muro o nada y en el otro sólo nada.

— ¿Aún estás molesto?

— No tiene caso...

— Sí lo tiene. Ren, si queremos volver a estar bien tenemos que arreglar eso. —El menor no dijo nada. — ¿Hablaste con el Vizconde?

— Hablé con mucha gente. De algunos todavía no memorizó nombres.

— Y, ¿cuándo te enojaste y por qué?

— Minhyun, —Se detuvo. — no quiero hablar de eso.

— Sólo quiero una respuesta. Sólo eso. No quisiste conocer Londres, pasamos ahí casi un mes.

— Sí, lo sé, también llevo un calendario.

— Estabas muy contento, ¿qué pasó? O ¿qué hice?

— Nada. Ya no importa. —Volvió a caminar.

— Bien, pero si no importa deberías olvidarlo. Vamos a olvidarnos de esas peleas y vamos a seguir felices, ¿te parece?

El anillo de mi dedo anularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora