LXXXIV

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Minhyun se encontraba en su habitación haciendo sus maletas con la silenciosa compañía de su esposo, que se encontraba sentado en la cama. El ambiente entre los dos hacía que pareciera una eterna y dolorosa despedida, o quizá sólo exageraban porque no querían separarse, y aunque Minhyun se lo había dicho directamente a Ren durante al menos 30 minutos, el menor había retenido sus sentimientos de lanzarse a los brazos de Minhyun y pedirle que lo llevase consigo, se repetía mentalmente una y otra vez que debía mantener su postura y que debía hacer caso a su madre, además no sabía francés y no quería ser una carga para el rubio, así que no había cambiado de parecer, incluso sintiendo que algo dentro de él se entristecía por tener que decírselo, Ren insistió en que se fuera, al punto en que Jeonghan le gritó:

 ¡Si tanto lo quieres lejos ¿para qué demonios te casaste con él?!

Y aunque había notado cómo Minhyun apretaba su puño seguramente reteniendo de nuevo un impulso que ya había visto antes, lo cierto era que incluso Ren creía que sonaba demasiado cruel decirle a su esposo que se fuera a Francia, pero en su mente no había otra cosa que a alguno de los dos se les ocurriera una buena solución y como esta no apareció, Minhyun aceptó irse. Ren ofreció su ayuda para ayudarle a empacar, pero esta vez fue el mayor quien la rechazó diciéndole:

 No hace falta, Rennie, tampoco voy a tardarme demasiado.

Ren se había sentido realmente terrible y quería comenzar a llorar de desesperación por no saber qué hacer, su corazón dolía sabiendo que dejaría de ver a Minhyun de nuevo, además, había comprendido perfectamente que su esposo aún tenía rondando por su cabeza lo que sea que Jeonghan le hubiera dicho en la fiesta, que lo que acababa de decir nuevamente su hermano no ayudaba, y que su insistencia porque se fuera lo había herido, razón por la que comprendió por qué el mayor rechazó su ayuda y las miradas confundidas de sus padres y hermanas. El más alto se había dirigido a las escaleras y había subido apenas unos escalones antes de que el menor lo siguiera sin argumentar nada, simplemente había caminado en silencio detrás de él hasta la habitación que le habían designado al rubio cuando llegó. Minhyun había entrado a su habitación dejando la puerta para que se cerrara sola, pero fueron los pasos entrando lo que lo hicieron voltear encontrándose con el más bajo alzando la mirada avergonzado para volverla a bajar al chocarse con la mirada herida, molesta y orgullosa del mayor.

Desde ese momento el ambiente no había cambiado, Minhyun le había dado la espalda a Ren para comenzar a hacer sus maletas y había evadido la ayuda del menor, por lo que no le había quedado más que sentarse en la cama observando al rubio y mordiendo su labio buscando palabras para resolver ese asunto, porque si algo no quería es que su primer día de casados quedase así. Y desde entonces habían pasado ya 30 minutos más.

— Déjame ayudarte. —Habló por fin el moreno después de acercarse por detrás a su marido para tratar de sostener la camiseta que Minhyun llevaba doblando desde hacía 2 minutos. Estiró su mano para tomarla, pero el rubio la alejó rápidamente, Ren le dirigió una mirada arrepentida y triste que no inmutó al mayor.

— ¡No necesito que te portes así, Ren! —El moreno encogió sus manos hacia su pecho al escuchar la voz de su esposo en ese tono. — Lo que menos quería que conocieras es mi orgullo, pero no seguiré reprimiéndolo cada vez que haces eso! Primero eres amable, después frío y misterioso, me das esperanzas de poder enamorarte con tus atenciones y palabras bonitas, estiras mis alas lentamente con una dulzura incomparable y las arrancas de un golpe con crueldad ¡Ponte de acuerdo en tu forma de ser conmigo! —El menor bajó la vista al suelo. — Si tu hermano tenía razón, ¡maldición! sólo tienes que decírmelo.

El anillo de mi dedo anularWhere stories live. Discover now