XXI

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Los meses comenzaron a transcurrir.

En menos de lo que esperaron el invierno había terminado y la primavera había llenado de un paisaje soleado y alegre las calles.

Las agendas de ambas familias se había apretado entre los deberes de cada uno y los preparativos de la boda que ya estaba a tan sólo ocho meses.

— ¿Te gustaría llevar algún otro accesorio?

— No, creo que con eso basta. Nos vemos más tarde, gracias por traerme. —Se bajó del auto de sus padres y entró al plantel.

Minki y sus padres habían salido desde temprano para ir a ver algunos accesorios y detalles para su traje, además de hablar sobre el banquete y otras cosas que ya comenzaban a tratar con los Hwang, y finalmente habían pasado a dejar a su hija antes de que se le hiciera tarde para la escuela.

Minki cruzó el pasillo principal hacia su locker. Lo abrió y se cambió los zapatos notando una pequeña hoja dentro de su casillero, la tomó y observó con detenimiento. No era la primera que encontraba, y tampoco era la primera que lograba ponerlo nervioso, quizá asustado.

« ¡Ya no me ignores! ¡De verdad quiero tenerte! »

Decía la pequeña hoja. Minki abrió los ojos temeroso de que estuviese siendo espiado, incluso en ese momento, lo peor era que no sabía de quién se trataba, las notas o cartas sólo aparecían firmados como "tu mayor admirador" y sólo lograban poner al rubio a dudar sobre la posibilidad de que fuera o no fuera alguien que conocía.

Negó con la cabeza e ignorando lo que decía la nota la arrugó en sus manos, cerró su locker y continuó caminando por el pasillo hacia las escaleras, tiró la nota en el bote de basura que estaba al final del corredor y siguió hacia su salón.



















— ¡Mamá! ¡No! —Reclamaba el moreno caminando alrededor de la pieza.

Llevaba casi 2 horas hablando con sus padres sin atinar a lo que esperaban escuchar.

— Minhyun, estás a unos meses de casarte con el menor de los hijos de los Choi. ¿Sabías eso cuando te arrodillaste frente a él y le diste el anillo en lugar de su hermana?

— Sí. Sí lo sabía, mamá. —Sus padres guardaron silencio ante la confesión de su único hijo. — A diferencia de lo que todos creen, yo sí sé que Ren es el menor; siempre lo supe, desde el momento en que lo vi; no hizo falta más que el comportamiento de su familia para deducirlo, y sí, ya sé que les ha causado una gran confusión, pero así es, sí lo sabía. Cuando lo vi no necesité más de unos segundos para decidirlo. No le di el anillo por confusión ni por casualidad, fue porqué realmente quiero estar con él el resto de mi vida, y si es verdad que debo casarme, yo quiero que sea con él.

— Entonces, lo hiciste con total conciencia de lo que estabas haciendo.

— Sí. —Respondió con seriedad.

— Y ¿estás seguro de que estás haciendo una buena elección?

— Muy seguro, padre. Si voy a ser un rey, debo saber identificar mis buenas decisiones, y sin duda, esta es una.

— Bueno, hijo, debo decir que estoy muy impresionado por esto, pero conforme con tu madurez y compromiso. Y ya que los Choi no se han opuesto, lo mejor es centrarnos en los preparativos que faltan.

— ¿Parece que estoy abusando de la situación?

— Para nada, hijo. ¿Por qué lo piensas?

— No… —Negó con la cabeza—. No es nada.

El anillo de mi dedo anularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora