LXXVI

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Las cortinas se abrieron de par en par dejando que la luz blanca, por la nieve, entrara por la ventana golpeando los ojos cerrados del rubio sobre la cama.

— Minki, despierta ya, mi querido sobrino. —Lo movió un poco mientras él se cubría la cara con las manos escuchando a su tía decir que ya debía levantarse o se haría tarde.

Ren se llevó una mano a la cabeza y la otra al estómago.

— No me siento bien tía.

— Ay, no, ¿por qué hoy? —Se acercó a la puerta y se asomó al pasillo. — ¡Kikio! ¡Kikio! —Una mujer mayor se acercó por las escaleras. —Dile a Haesoo que venga, mi sobrino no se siente bien.

— Sí, señora.

— ¿Qué te duele, pequeño?

— El estómago y, todo en mi cabeza da vueltas. Creo que voy a vomitar.

— No, no te preocupes, pequeño, ahorita que venga tu mamá que te revise, ¿te cayó mal la comida de ayer? —La puerta no tardó en abrirse y entró rápida y preocupada la madre del rubio.

— Minki, hijo, ¿qué te pasa? ¿Qué te duele?

— Dice que siente nauseas y le da vueltas su cabeza.

— Me siento mareado, mamá.

— Ay, mi niño, ¿por qué? A ver, déjame ver. —Puso su mano en la frente de su hijo. — No tienes fiebre. ¿Te duele algo?

— No, sólo estoy mareado… y todo parece moverse de un lado para otro.

— Te dije que cenaras algo ayer.

— No es por eso, mamá.

— ¿Y por qué más va a ser? —Su madre y su tía hicieron silencio un momento y se miraron alzando las cejas. — Ya sé qué tienes, mi niño. —Ren la miró curioso. — Estás nervioso. Es normal, hijo, vas a convertirte en esposo hoy, pero no te preocupes demasiado, ¿sí? Voy a prepararte un té para los nervios y te lo mando con tu desayuno. Ahorita le digo a Kikio que te lo suba. Mientras que tu tía y esa chica, Jin Ah, comiencen a arreglarte.

— Sí, mamá. —Haesoo salió de la habitación después de susurrarle algo a la señora Umi. — ¿Puedo bañarme antes de comenzar todo eso, tía?

— Mejor después, no quiero que te quede ni un rastro del tinte si no es en tu cabello.

— Sí, tía. —Tres golpes en la puerta atrajo la atención de ambos. — Adelante.

— Hola, buenos días

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— Hola, buenos días.

— Buenos días. —Respondieron tía y sobrino.

— Tengo todo listo para comenzar, señora Umi.

— Bien. Arriba, pequeño, es hora de comenzar. —Con pocas ganas Ren se levantó de su cama y se dispuso hacer lo que su tía y Nana le mandaran.


El anillo de mi dedo anularWhere stories live. Discover now