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Los rayos del sol se filtraron gentilmente entre las cortinas iluminando la habitación, que había sido la única testigo de lo que había sucedido durante la noche.

Minhyun abrió sus ojos lentamente y pasó sus dedos por su fleco mientras bostezaba, dirigió su mirada a los cabellos rojos de la cabeza sobre su pecho. Los peinó cariñosamente hasta que sintió el pequeño cuerpo que tenía encima moverse.

— Buenos días. —Le susurró con dulzura.

— ¿Mm? —Alzó la cabeza y miró los ojos del mayor. — Buenos días. —Susurró con una sonrisa y las mejillas levemente sonrosadas para después besarlo.

— ¿Dormiste bien?

— Mj. ¿Y tú?

— Muy bien, mi vida. Demasiado. —Lo rodeó con un brazo mientras con la otra mano le seguía acariciando el cabello. Lo sintió moverse un poco y al volver a mirarlo, notó su expresión un poco incómoda y adolorida. — ¿Estás bien?

— Me duele. —Confesó desviando su mirada.

— ¿Dónde? —De inmediato se mostró preocupado.

— Mi... —No pudo terminar sintiendo el calor subir a sus mejillas. Notó la mirada de su marido y desvío la propia. — Mi... —Intentó continuar, aunque su silencio hizo comprender al mayor.

— Oh, rayos. —Buscó volver a mirar a su esposo. — ¿Te lastimé?

— No. —Guardó silencio unos segundos. — Bueno... puede que sea normal, ¿cierto? —Hablaba con los labios abultados.

— ¿Normal? Rennie, si te lastimé, dime.

— No... bueno... no creo que sea tu culpa. Sólo es que... —Desvió nuevamente la mirada. — debía ser algo inevitable porque yo... no... y... y tú... tu... y yo...

— ¿Qué? Rennie, no entiendo. —El nombrado, con su dedo índice, comenzó a dibujar círculos invisibles en el pecho de su marido.

— Quiero decir que... —Guardó silencio un momento. — bueno... tu... —Pasó saliva y se lamió un poco los labios. — me refiero a que... —Mordió su labio inferior.

— Dime, Rennie.

— Tu... es que... —Se encogió un poco tratando de esconder su cabeza entre sus hombros. — tu... tu... —Volvió a morder suavemente su labio inferior y continuó: — es muy grande para mi... —Movió una mano llevándola cerca de su trasero.

— Oh. Ya veo. —Inquirió Minhyun sin saber si sonreía por halago o por recato.
— Lo siento. O gracias.

— No... no tienes que disculparte. Ya te dije que no es tu culpa. Yo... —Sintió su cara hervir. — no me arrepiento de ello.

— Rennie. —Sonrió ante la timidez del otro; cambió las posiciones dejando a Ren con la espalda sobre la cama. — Estás completamente rojo.

— Es... es que... yo no... antes... y...

— Y ahora conmigo, —Continuó imitando el tono tímido de su esposo. — y nosotros. En la noche. —Ren se cubrió la cara y soltó un leve gritito avergonzado. — Eres adorable. —Se mordió el labio inferior. — Y sexy. —Ren volvió a gritar sin quitar sus manos de su cara; hasta que su marido lo guío a hacerlo para poder mirarlo a los ojos. — Eres el responsable de mi felicidad. Prometo que te haré muy feliz y te cuidaré más cada día, mi vida.

 Prometo que te haré muy feliz y te cuidaré más cada día, mi vida

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El anillo de mi dedo anularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora