CXXVI

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Había pasado una semana desde que Minhyun y Ren llegaron a Corea. El ambiente entre los dos se había relajado poco a poco: los primeros tres días Ren se había mantenido en silencio y alejado de su marido, pero ya podían al menos mirarse de vez en cuando sin que Ren sólo mostrara frialdad, principalmente cuando los amigos del mayor iban a visitarlos. Dos días después el intercambio de miradas entre ambos se hacía más común, nuevamente, Minhyun había estado yendo a su agencia para resolver unos asuntos respecto a su comeback y posibles entrevistas que tendría junto a Ren, así que también hablaban un poco, pero sólo de la posibilidad de ser presentados en televisión nacional, Ren usualmente se levantaba pasadas las 8 de la mañana ya que no tenía a dónde ir y Minhyun se encargaba de dejarle el desayuno preparado y la casa limpia. Y los últimos dos días habían estado interactuando más, Ren recibía a Minhyun en las tardes cuando llegaba del trabajo con un:

 Bienvenido. ¿Cómo te fue?

Aunque en realidad no hablaban más que en los días anteriores, al menos ya podían conversar un poco sin volver a estallar en una discusión, Minhyun había decidido conceder el deseo de Ren de tener espacio por lo que estaban durmiendo en habitaciones diferentes, había decidido también dejar que el menor durmiera en la habitación que sus amigos habían designado como la principal y él en cambio se quedaba en una de las habitaciones extras, también cada uno cenaba en su habitación, aunque la cena la preparaba el mayor, así que relativamente su primer semana en Corea había terminado bien.

— Entonces, ¿todo estuvo bien hoy? —Fue lo que dijo mientras su marido entraba a casa. Eran las 7 en punto de la noche.

— Sí. Igual que siempre. —Se quitó la chamarra y los lentes. — Te compré algo más. —Le entregó al menor varias bolsas. Claro, durante esa semana Minhyun había comprado ropa y zapatos para el menor, aunque no demasiada, claro, ya que esperaba que Ren quisiera ir con él para escogerla por sí mismo.

— Gracias. —Recibió las bolsas y las revisó mientras el mayor se dirigía a la cocina por su acostumbrado aperitivo.

— ¿Te gusta? —Dijo con algunos gajos de naranja en sus manos.

— Sí. Gracias. —Minhyun se acercó a su esposo y lo tomó suavemente de la muñeca para guiarlo a uno de los sofás.

— Rennie, en esta semana no hemos hablado más allá de los momentos en que tenemos visitas. —Le indicó que se sentara y el menor lo hizo, Minhyun se sentó en el borde de la mesa frente al sofá. — Así que, cuéntame, ¿cómo te has sentido aquí? ¿Te gusta vivir conmigo?

— Pues... —Sintió que la garganta se le secó mientras jugaba con sus manos. — me siento bien. —Dio un vistazo rápido a su marido y él asintió.

— ¿Nada más?

— No. Creo que, porque ya me había hecho a la idea, me siento normal.

— ¿Estás triste? —El menor negó. — Es normal que extrañes tu casa, a tu familia y las cosas con las que conviviste toda tu infancia...

— No es eso. En realidad, tal como te lo había dicho me hice a la idea de que un día me mudaría de mi casa desde hace tiempo, así que... creo que no los extraño como para decir que estoy triste, más bien extraño verlos, pero hablo con ellos; mamá dijo que quería que les llamáramos o escribiéramos todos los días; me ha preguntado por ti.

— Y... ¿qué le dijiste?

— Que estabas ocupado.

— ¿Tanto tiempo?

— Opté por escribirles en estos días, sólo les he llamado un par de veces, aunque en realidad no tengo mucho que contarles, que ironía ¿no? Vivo separado de ellos y siento que no hay mucho que pueda decirles, tal como cuando vivía con ellos. Creo que en realidad nada ha cambiado sólo es como haber cambiado de papeles. —Minhyun bajó la cabeza y preguntó:

El anillo de mi dedo anularWhere stories live. Discover now