LXXI

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• La mañana llegó con tenues rayos de luz entrando por las cortinas, me había despertado horas antes pensando en lo que podría hacer ese día antes de que llegasen mis amigos.

Ellos habían dicho que habían planeado una despedida de soltero, aunque la verdad no le veo caso, preferiría pasar el día con Ren, ir a pasear hasta que sean las cuatro, para entonces deberíamos estar reuniéndonos para el ensayo, que por alguna razón mamá y papá Choi decidieron que sería en la sala de la casa. Creo que quieren que todo sea sorpresa para mañana.

Me levanté de la cama cuando la luz fue totalmente clara; entré al baño, tomé una ducha y me vestí. Bajé las escaleras y me encontré con Ren sentado en uno de los sillones de la sala, tenía un libro en sus manos y su mirada estaba totalmente perdida en éste.

— Buenos días, Rennie. —Volteó a verme un poco exaltado y sonrió.

— Buenos días. ¿Cómo dormiste?

— Bien, ¿y tú?

— También, gracias. —Dejó su libro y se levantó para verme de frente.

— Rennie, hoy es nuestro último día como novios, —Sus mejillas se pusieron rosas, característica que deduzco le pasa cuando hay algo que le apena, de una u otra manera, hacer o decir; así que sólo sonreí y continué: — pensé qué tal vez te gustaría que fuéramos a pasear por ahí.

— ¿Pasear?

— Sí. Una última cita como novios, ¿qué te parece? —Sus labios se curvaron formando una sonrisa casi invisible que borró cuando apretó sus labios y bajó la mirada.

— Sí. Será divertido. —Fue todo lo que dijo y volvió a mirarme. — ¿A qué hora nos vamos?

— Mmm... ¿estás ocupado ahora?

— No.

— Entonces vamos y desayunamos fuera, ¿te gustaría?

— Sí... voy a decirle a mis padres.

Se dirigió al despacho de su padre. Por mi parte, simplemente me acerqué a la pequeña mesa de la sala y tomé el libro que estaba leyendo, no tenía título en la portada, y por respeto preferí no abrirlo. No quisiera que fuese el diario de Ren... si es que tiene uno, y que se enojase conmigo por irrumpir así su privacidad. Salió un momento después con una sonrisa en sus labios.

— Listo, vámonos. —Le ofrecí mi mano; no es como si me gustara hacerlo sonrojar o la manera en que mira desconcertado mi mano justo antes de tomarla, simplemente me gusta tomar su mano, quiero que sepa que sea como sea, siempre podrá confiar en mí y yo voy a protegerlo y ¿qué mejor manera de hacérselo saber? Cada vez que la toma puedo sentir cómo respira profundo y suspira antes de comenzar a caminar, probablemente sea porque, según me ha dicho, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que se tomó de la mano con alguien, desde que alguien le mostró todo este afecto que yo quisiera darle ahora, pero mi pequeño ha sufrido mucho, solo y sin confiar, lo primero que quiero es sanarlo.

El anillo de mi dedo anularWhere stories live. Discover now