XXIV

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La mañana llegó junto a su acostumbrada rutina para los Choi y los Hwang.

Se levantaron, se asearon, vistieron y reunieron en el comedor principal para desayunar.

— Creo que podemos contratar a un buen maquillista…

— Nuestro hijo estará muy feliz de que le permitamos a una amiga suya hacer ese trabajo.

— ¿De verdad?

— Por supuesto, tiene mucho talento y experiencia y de paso una hija a quien le viene muy bien en esto.

— Bien, entonces ya tenemos a las maquillistas.
En cuanto a los guardias, habrá dos en la entrada principal y dos en la de atrás. No esperamos a ningún invitado que no esté en la lista.

— Minhyun nos comentó sobre invitar a sus amigos. ¿Cuántos son? Porqué debemos poner las mesas necesarias.

— Bueno, Minhyun es un chico muy popular, pero, a pesar de eso, no hace muchos amigos, por su trabajo.

— Entendemos.

— Así que, si va a invitar a quienes creo, contando a las maquillistas, claro; serían como 16 o 19.

— Bien. Los sentaremos por cuatro en las mesas.

— Buenos días.

— Buenos días, Minki.

— Ven, hijo, siéntate a desayunar.

— Gracias, mamá. —Se sentó en su acostumbrado lugar y esperó a que le sirvieran su plato con arroz y su vasito con jugo.

— Minki, hijo, debes decidir de una vez a quiénes quieres invitar a la boda, porqué, si cambias de idea de un día para otro, vamos a estar en problemas.

— A propósito, Minki, ¿cómo vas con el diseño de las invitaciones?

— Bien. Lo tengo casi terminado, pero no sé de qué color pueda ir el listón para los sobres.

— Podemos ponerlo en colores diferentes.

— Sí. —Volvió la vista a su hijo. — Serán rojos para Minhyun y dorados para ti.

— "No me gusta el dorado". —Pensó mientras asentía a sus padres. — Sí.

— Y en cuanto a los invitados ¿invitarás a esa chica…? No recuerdo su apellido. ¿Su nombre era Ritsu?

— No.

— ¿No es tu amiga? ¿Y la otra chica del taller? ¿Kujo?

— No. La verdad no quiero invitar a nadie de la escuela. Creo que con los invitados que ya tenemos en la lista es suficiente.

— ¡Buen día a todos!

— Hola, buen día.

— Buen día, ¿cómo durmieron? —Saludaron los tres hijos mayores al bajar las escaleras y llegar junto a los demás.

— Buenos días.

— Buen día, mis niños.

— Siéntense a desayunar. —Los tres se sentaron junto a su hermano menor y comenzaron a charlar mientras esperaban sus platos.



Al terminar, los cuatro chicos se pusieron de pie, se despidieron de los adultos y se retiraron para ir a la escuela.

El acostumbrado camino sólo se vio interrumpido cuando el teléfono del rubio sonaba con un nuevo mensaje y las charlas de con su mayordomo, encargado, a partir del fin de curso, de llevarlo a la escuela.

El anillo de mi dedo anularWhere stories live. Discover now