CLXXXVI

125 18 5
                                    

Mansom se había reunido con el Vizconde esa mañana para entregarle lo que había pedido y al ver que Minhyun se había separado de Ren, Neeson no dudó en acercarse.

— Alteza, —El joven lo miró. — ¿me concede esta pieza? —Dijo tendiéndole la mano.

— "Ay, ¿quién era usted?" Seguro. —Tomó la mano del hombre y se puso de pie; caminaron hasta la pista donde más parejas bailaban y bailaban, ellos también se unieron.

— Dígame, alteza, ¿está nervioso?

— No. ¿Debería estarlo?

— A partir de ahora tendrá muchas responsabilidades, claro que no tantas como Minhyun, pero como esposo del príncipe tendrás suficientes.

— Bueno, como príncipe le ayudaré a Minhyun en todo lo que pueda.

— Es bueno escucharlo. ¿Minhyun y tú han tenido problemas? No te importa que te tuteé ahora, ¿cierto?

— Ya lo está haciendo.

— Recuerda, todos los problemas maritales se resuelven de una sola manera.

— Seguro. Lo sé.

— Entonces, ¿los tienen?

— No. —Espetó con su típica mirada seria e indescifrable, e implorando que el hombre mayor le creyera.

— Eso es bueno. La reina manda lo mejor para Inglaterra

— ¿La reina?

— Sí. Tu matrimonio con el duque Hwang fue una orden de su majestad.

— Eso lo sé.

— Ah, ¿y no has hecho un drama por ello? Eres mejor que muchas damas. Es una pena, serías un excelente rey.

— ¿Sería?

— Sí, por el orden de precedencia, ya sabes.

— No lo entiendo, ¿qué tiene que ver ese orden con su 'serías'?

— ¿No lo sabes? —Ren se alzó de hombros negando con la cabeza. — Bueno, tal vez sea lo mejor.

— "Otro que dice eso. Ya me harté de que sólo digan eso ante lo que no sé."
Explíqueme, por favor. —Su voz había sonado suave, aterciopelada y levemente suplicante; Neeson no pudo negarse, especialmente porque esa voz tan repentinamente seductora se lo había pedido; notó, además, el deseo y ansiedad que tenía Ren por enterarse, por no quedarse con la duda; así que el Vizconde sonrió y comenzó con un:

— Aquí no puedo decírtelo, ¿qué te parece si te invito una copa y vamos más allá?

— ¿Está prohibido que me lo diga?

— Si su majestad no te lo ha dicho, seguramente nadie más se atrevería, ni siquiera Minhyun. —Ren suspiró. — A mí me parece que es importante que lo supieras desde antes, pero, aún puedo decírtelo, sólo vamos para allá.

— Gracias, le acepto que me diga de qué se trata todo esto, pero no la copa; lo lamento, pero yo no bebo alcohol.

— Bien, entonces, ¿qué tal una taza de té?

— Eso sería mejor.

— Bien. No se preocupe, yo las llevaré, espéreme por allá, hay una mesita cerca de...

— "Donde estaba Minhyun con la princesa cuando me enteré de esto." Sí, la conozco. Gracias.

— No, no, no me agradezca, lo hago con mucho gusto. —Ren le sonrió, ingenuo y ajeno a las intenciones del hombre.

El anillo de mi dedo anularWhere stories live. Discover now