XLV

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El dulce aroma que se desprendía al peinar aquellos cabellos dorados inundaba por completo las fosas nasales del joven Hwang, mientras sus ojos miraban enternecidos la delicada imagen de su prometido durmiendo entre sus brazos.

Sí. Minki se había quedado dormido durante un buen rato, en el que, Minhyun, pacientemente lo había acurrucado en su pecho cual bebé. Sus ojos estaban bien cerrados y sus labios rosados entreabiertos parecían llamarlo. Ahí estaban, rosados y carnosos, se veían tan suaves que se sintió nuevamente tentado a rozarlos, aunque fuera un poco, aunque fuera unos segundos.
Oponiéndose a esos pensamientos acomodó la cabeza rubia del menor sobre su brazo y lo apretó con cariño escuchando justo en su oído la respiración del menor.

Lo sintió moverse después de un rato.

— Hola. —Musitó. — ¿Estás mejor? —Susurró el mayor cuando vio que el rubio abrió sus adormilados ojos.

— Sí. Perd…

— No te disculpes, ¿vale? No hay culpa alguna. —Lo abrazó fuertemente una vez más antes de mirarlo a los ojos. — Te quiero mucho y te quiero feliz. ¿Hay algo que pueda hacer ahora para hacerte feliz?

— Necesito un poco de agua.

— Seguro. —Estiró su mano para alcanzar una botella de agua en el tocador. — Aquí tienes. —El rubio la recibió, la observó unos segundos antes de hablar:

— Minhyun… ¿por qué te importaba tanto eso?

— No me importaba, me importa y es porqué, como ya te dije, eres lo más importante para mí, y sea lo que sea que te haga sentir mal, espero que puedas confiar en mí y me lo digas, porqué yo voy a estar contigo, ¿de acuerdo?

— Mj. —Apretó sus labios unos segundos. — Confiaré mucho en ti. —Dio un sorbo al agua. — ¿Tú confiarás en mí?

— Por supuesto que sí. —Minki dio otro sorbo al agua. — Rennie, —Recibió la atención del menor— cuando yo te digo que eres hermoso o te hago cumplidos, ¿te molesta? —El rubio miró la botella, como si esta tuviera la respuesta.

— No me gusta, pero tampoco me molesta. Es como si… sólo lo escuchara de quienes tienen que decirlo por obligación, pero en ningún momento lo creo y… cuando lo dices tú, sinceramente, no me gusta, pero quizá, porqué no es tu obligación decirlo, se siente diferente.

— ¿Y te molesta?

— No.

— Si te molestase, ¿me lo dirías?

— No.

— ¿Por qué no?

— Porque no querría darte explicaciones, pero ya te lo dije.

— Mm… ya veo. Rennie, ¿quieres que contacte con alguien o que haga algo para ayudarte?

— No. No hace falta. Estaré bien.

— Quiero apoyarte, por eso sólo intervendré si hace falta… o si tú me lo pides, pero aún así, cuentas conmigo y con todo mi apoyo y atención, sabes que si necesitas hablar de algo, lo que sea, yo voy a escucharte. —Minki continuó con su mirada fija en la botella.

— No me gusta.

— ¿Qué?

— Nada. No me gusta mi nombre, no me gusta que me llamen loto, no me gusta que me llamen Ren, no me gusta nada. No me gusta mi físico, ni mi mentalidad, son las dos cosas que más puedo odiar de mí.

— Rennie…

— ¿Dime qué hago? —Volteó a mirarlo con sus ojos aún rojos. — Mi confianza en los demás se limita a decirles que estoy bien o cansado, no quiero que nadie me comprenda, ni quiero decirle a nadie nada de esto porqué no quiero que se preocupen o que me repitan un «¿por qué?», o que me sigan a todos lados para saber si realmente estoy bien. Desde qué pasó eso, lo primero para mí han sido mis estudios, todo lo relacionado con la escuela, con mi familia, y el bienestar de los demás, porqué no quiero pensar que en algún momento puedo causar que alguien se sienta como yo me siento. No es agradable, y por eso siempre busco la manera de que lo que hago y digo siempre sea agradable para otros…

— ¿Y si no es lo que quieres?

— Mis principios y valores no cambian, pero nunca he tenido que hacer nada que vaya en contra de eso y, bueno, todo lo demás puede estar después. La gente suele confundirme con una chica y, por eso, incluso si mis padres dicen que la mayor es una chica, muchos siguen creyendo que soy yo; no lo demuestro, pero eso me molesta mucho. Ya hace un buen tiempo desde la última vez que me miré sin pensar en hacerme algo en la cara para que no piensen así.

— Rennie. —Lo abrazó cerca de nuevo. — No repitas eso. Tú no tienes nada malo en tu carita, es demasiado hermosa. Lo que tienes que hacer, al menos por ahora, es respirar y tratar de relajarte, ¿sí? Tú no tienes nada malo, lo malo es lo que te hicieron esos compañeros, todos ellos son quienes están mal, no tú. Recuerda eso. Tú eres hermoso y perfecto como eres, y has sufrido mucho emocional y psicológicamente, pero lo has afrontado solo, eso te hace una persona muy fuerte, has aguantado mucho tiempo todo esto logrando que todos crean que estás bien, escondiendo lo mucho que te duele para no preocupar a otros, pero ya no más, ya no estás solo, Ren, yo estoy aquí y, aunque no haya pasado lo mismo, yo buscaré la manera de entenderte, apoyarte, ayudarte y lograr que sientas mi cariño, que sientas que estoy junto a ti y que voy a tomar tu mano y recorrer contigo todos los caminos que nos queden, ¿sí? Sea como sea, yo lo haré, sólo tienes que darme una señal, incluso si es una mirada, lo haré. —Los ojos de Minki volvieron a cristalizarse y se abrazó fuertemente del cuello del mayor.

— Gracias. —El mayor se volvió a quedar perplejo por un momento, sonrió y peinó el cabello ajeno. — Nunca me había sentido tan a salvo como me siento ahora.

— No me agradezcas, Rennie, yo quiero verte feliz, quiero que seas muy, sinceramente, feliz, y haré todo lo que pueda para ello.

— No le digas a nadie, por favor. —Casi suplicó al decir estas palabras. — Ni mis padres ni nadie más sabe una sola palabra de lo que te dije, y no quiero que la sepan, ¿puedes?

— Si eso te hace sentir mejor, te lo prometo. No diré nada.

— Gracias. —Minhyun lo pensó un momento antes de darle un beso en la cabeza, y se quedaron mirando un momento, sus ojos se conectaban sintiendo el latir de sus corazones, diciendo algo desde lo más profundo de sus pupilas, algo que Minki evadió todo ese tiempo, algo que no estaba preparado para admitir. Desvió su vista mirando al suelo mientras Minhyun lo seguía mirando.
— ¿No crees que estoy muy pesado?

— No, claro que no. —Minki asintió y meditó un momento antes de volver a hablar.

— ¿Puedo preguntarte algo?

— Sí, claro. Pregunta.

— ¿Por q…? —La puerta se abrió y ambos dieron un respingo del susto, pero Minhyun no soltó a su prometido, manteniéndolo aún sobre sus piernas.

El anillo de mi dedo anularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora