CXV

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— Mamá, yo quiero recibirlos también.

— No, hija. Tu estado de salud está muy delicado.

— Necesito levantarme de aquí, no quiero pasar mis días encerrada en esta habitación.

— Ay, hija, mira, —Se sentó a un lado de la enferma princesa. — en cuanto termine la transfusión de sangre y hayas cumplido el reposo que indicó el doctor podrás salir a caminar un poco, ¿sí?

— ¿Lo prometes?

_ Claro, te lo prometo. —Le dio un beso en la frente. — Ahora descansa, hija.

— Sí, mamá. —La reina se levantó de la cama y se retiró de la habitación dejando a los sirvientes al cuidado de su hija. Bajó las escaleras hasta la oficina donde se encontraba su esposo y después de que las puertas se abrieran para ella, ingresó a la pieza.

— ¿Cómo está? —Fue lo primero que dijo el hombre.

— Quería bajar a recibir a Minhyun y su esposo, claramente no está en condiciones. Pero le dije que podrá salir a caminar un poco en unos días. Sería bueno para ella, está muy pálida.

— Que salga al mediodía, la luz del sol le hará bien.

— Lo sé. ¿Aún no llegan?

— No, me parece que será en unas horas más.

— Bueno. Parece que haremos la reunión mañana. —Se giró hacia una de las sirvientas. — Nina, por favor encárgate de enviar las invitaciones, la reunión será a las dos en punto de la tarde.

— Sí, majestad. —La mujer salió haciendo una reverencia. Ese era uno de los días que la corte esperaba con demasiadas ansias.







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— Gracias por su preferencia. Bienvenidos a Londres. —Dijo la azafata cuando abrió la puerta y los pasajeros comenzaron a bajar.

Ren frotó sus ojos y bostezó después de unos segundos.

(Japonés)
— ¿Dormiste bien, Rennie? —El menor miró a su marido poniendo una expresión de sorpresa e incorporándose de inmediato. — Tranquilo. —Se puso de pie. — Es hora de irnos. Nos esperan para llevarnos al palacio. ¿Estás bien despierto?

— Mmj. —También se puso de pie y ambos salieron con sus mochilas al hombro.

Un hombre de al menos cuarenta años, pelo oscuro bien peinando y traje gris fue quien los recibió. Minhyun lo ubicó apenas lo vio y guió a su esposo hasta el hombre.

(Inglés)
— Buenas noches, duque Hwang, ¿la señorita viene con usted?

(Japonés)
— Nunca me había pasado tan seguido. —Dijo divertido y el rubio también sonrió para después mirar al hombre.

(Inglés)
— Es mi esposo. —El sujeto miró con impresión al menor y luego hizo una venia.

— Me disculpo, duque Minki.

— No pasa nada.

— Por favor, pasen. —Les abrió paso frente a él. — Es por aquí. —Caminaron hasta salir del aeropuerto y llegar donde esperaba un auto muy elegante de color azul marino y un gran sello en el cofre. — Sus majestades los están esperando junto a los grandes duques. —Informó una vez que los tres estuvieron dentro del auto.

— Gracias. —El vehículo comenzó a moverse cruzando la ciudad de Londres hasta que el gran y elegante palacio comenzó a alzarse a unos metros de ellos.

El anillo de mi dedo anularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora