CXL

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Minhyun había despertado por el insistente sonido de la alarma del teléfono en su mochila. Abrió los ojos con pereza y apenas se estiró un poco para recoger su mochila del suelo. Sacó el móvil y apagó la alarma, se sentó aún adormilado y se pasó una mano por el pelo, pero no fue hasta que escuchó a Ren toser que cayó en cuenta de dónde se había quedado dormido. Con una sonrisa en los labios volvió a recostarse admirando el rostro sereno del menor. Se quedó mirándolo unos segundos y llevó su mano a la frente ajena.

— Mi pequeño. —Fue todo lo que susurró antes de peinar los cabellos rubios que caían sobre los ojos de Ren. Se puso de pie y salió de la habitación dirigiéndose a la cocina. Puso la tetera en la estufa y buscó en el botiquín unas pastillas. Preparó su café y cuando el té estuvo listo, sirvió un poco en una taza, tomó la cajita de pastillas y volvió a la habitación con la intención de despertar al menor para que tomara las pastillas y dejarlo dormir cuanto quisiera, pero grande fue su sorpresa cuando llegó y vio a su esposo sentado en la cama, con el cabello alborotado, sus ojitos entrecerrados y sus labios un poco abultados, se notaba que acababa de despertar y que casi de inmediato se había sentado y por cómo movía la cabeza parecía estar desorientado o confundido.

— Buenos días. —Saludó suavemente y con cariño.

— Buenos días. —Su voz sonó seca y rasposa, así que de inmediato Minhyun dejó las dos tazas y las pastillas en el buró y llevó su mano al cuello de Ren, recibiendo como reacción una risita del menor.

— ¿Te hice cosquillas? —Ren asintió frotándose un ojo. — ¿Cómo te sientes?

— Bien. —Se lamió los labios y notó entonces la mirada inspectora de su marido. — Sentí mis labios un poco resecos. —Se abrazó.

— ¿Tienes frío? —Se quitó la chaqueta que tenía puesta desde el día anterior y se la puso al menor.

— Sólo en mi espalda y brazos, mi cabeza tiene mucho calor.

— Entiendo. Acuéstate. —Le ayudó a hacerlo y lo cobijó hasta los hombros, salió y fue al baño para tomar el botiquín y llevarlo a la habitación.

— ¿Qué pasa? —Estornudó justo después de hablar.

— Parece que estás resfriado. —Puso el botiquín a un lado de las tazas y sacó un termómetro. — Alza el brazo. —Ren hizo caso y Minhyun jaló un poco el cuello de la camisa de Ren. — Vamos a ver si puedo llevarte con un doctor. Tu frente está muy caliente.

— ¿Qué haces? —Dijo un poco ronco el rubio cuando su marido metió su mano en la camisa de su pijama.

— Sólo quiero saber qué tanto tienes. —Ren se movió un poco alejando unos cm la mano del mayor.

— La última vez que hiciste algo así fue cuando estábamos en Francia. —Esta vez fueron las mejillas de Minhyun las que tomaron un color rosa pálido y soltó una risita.

— Déjame ponerte esto. —Rió de nuevo mientras ponía el aparato en la axila del rubio. — Te traje una taza de té. —Le ofreció la taza y Ren la tomó. Minhyun por su parte tomó la otra (en la que estaba su café) y dio un sorbo mirando en silencio mientras su esposo daba pequeños sorbos al té hasta que se decidió a hablar.
— En todo este tiempo no habías hablado de lo que pasó en Lyon. Creí que te incomodaba o algo así, así que preferí no decir nada.

— Yo no sé hablar de esas cosas. Intento olvidarlo, pero no puedo...
Me dijeron que no debía hablar de nada de eso, pero créeme que lo intenté... principalmente porque no quiero que te sientas incómodo conmigo... aunque no sabía si eso iba a incomodarte más, y no sabía cómo decirlo. —Dio otro sorbo a su té y volvió a hablar. — No sabía siquiera qué era lo que iba a decir.

El anillo de mi dedo anularWhere stories live. Discover now