CXCIV

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El tiempo no esperaba a nadie y los meses comenzaron a pasar llevando a los jóvenes príncipes a quedarse en Londres para asumir completamente las responsabilidades que les impuso la corona desde el primer día que la tuvieron sobre la cabeza.

El otoño estaba ya presente e independientemente de que la ausencia de la princesa aún era dolorosa para Minhyun (razón por la que Ren había pedido a la reina que les permitiera no quedarse en el palacio hasta que el mayor se sintiera más tranquilo y ella había aceptado), el trabajo no cesaba. Por razones de política los duques se quedaban en Cambridge y los príncipes en la mansión Hwang en Londres, aunque el tiempo parecía poco para todo lo que tenían que hacer.

Durante esos meses, entre todo lo que tenían que atender estaba la última parte del juicio de David Jonhson, razón por la que Minhyun no estaba dispuesto a pedir tiempo: quería saber sobre el caso, pues su prioridad ya sólo sería Ren y, por tal, se fijó descrubrir la verdad tras los ataques hacia su esposo, aunque no llevaba mucha suerte en ello.



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— ¿Cómo es posible que siga con vida!

— Vizconde, perdónenos, pero ahora que es un príncipe la guardia real lo cuida en todo momento; es muchísimo menos fácil intentar un movimiento. Ya perdimos a 10 hombres.

— Ellos eran unos inútiles, de ser por mí estarían muertos, pero por encima de todo ese mocoso tenía que hacerse el bueno. —Torció la boca con enojo.

| — Majestad, el presunto culpable atentó contra la vida de nuestros príncipes y ese delito se castiga severamente: con la muerte.

— Eso es claro, marqués. —Dijo con seriedad la reina. Y miró al hombre al centro del gran salón.
— David Jonhson sus crímenes acreditan a la muerte. No es únicamente el haber atentado contra los príncipes, su historial no puede defenderlo, por lo que la sentencia es clara. —La expresión del hombre se desencajó por la inesperada respuesta. — Esta se aprobará a menos que por algún milagro, alguien se atreva a hablar por usted. —Ella miró a los nobles; Minhyun estuvo a punto de hablar, pero su esposo lo hizo primero:

— Con todo respeto, majestad, —Recibió la atención de todos. — no me parece que la muerte deba ser una sentencia, ni para este hombre ni para nadie.

— Parece que está de suerte, señor Jonhson. —Habló uno de los condes.

— Continua, Minki. —Ordenó su majestad.

— "Me dijeron que mi opinión no es igual de importante... pero, en mi opinión, la muerte no es algo que deba ser aplicado como una sentencia." Majestad, la muerte es una manera de infundir miedo a otros, aún si este hombre ha cometido actos tan crueles... asesinarlo no hará que esos crímenes se reviertan.

— Eres una muy noble persona, Minki.

— Majestad, —Habló esta vez Minhyun. — si me permite, creo que la mejor manera de solucionar esto es dejar que el señor Jonhson pase un día más en su celda mientras ponemos a discusión una sentencia justa, —Tomó la mano de su, nuevamente rubio, esposo. — pero que no involucre la pena de muerte.

— Es un hecho. —Habló la reina. — Se pondrá a discusión, entre tanto, David Jonhson pasará el tiempo necesario en prisión. He dicho. —Se puso de pie y la siguió su esposo, después Minhyun y Ren, los duques y en su orden los demás miembros de la corte. Un par de guardias tomaron al criminal y lo sacaron de la sala. |

— "Eso fue apenas ayer."

— ¿Qué planea hacer entonces, Vizconde?

— Lo único que me queda. Hay un dicho muy interesante: si no puedes con el enemigo únete a él. Después de todo, aún tengo un movimiento más, algo a lo que ese mocoso no podrá hacer frente, y una vez que lo tenga, —Sonrió con malicia. — me encargaré de eliminarlo del paso.

El anillo de mi dedo anularWhere stories live. Discover now